El presidente culpa a los medios de comunicación de querer generar pleitos entre sus colaboradores, en especial entre Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard –sus gall@s para sucederlo en 2024– por las investigaciones respecto al desplome de parte de la Línea 12 del Metro.

La verdad es que los pleitos entre quienes trabajan y salen del gobierno de López Obrador nada tienen que ver con los medios. Valdría la pena que el presidente reflexione sobre las reacciones entre quienes salen y quienes quedan en su gobierno porque, como bien dice el dicho “la ropa sucia se lava en casa”, pero en este gobierno los problemas se están ventilando a la vista de quien quiera verlos.

El más reciente episodio fue la salida de la hoy exsecretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval. El presidente la despidió por desleal, cuando realmente la debió haber despedido por su falta de resultados al frente de una Secretaría que debería ser central para compaginar el discurso de combate a la corrupción con los hechos. La deslealtad, se sabe, fue por empujar la candidatura de su hermano a la gubernatura de Guerrero.

Pero a la mañana siguiente del despido, la secretaria de Energía, Rocío Nahle, publicó un tuit con la foto de portada del periódico Reforma con Irma Eréndira y replicando el titular: “Se va de SFP con pleito y sin resultados”. Por alguna razón Nahle decidió borrar el tuit unos minutos después de subirlo… pero después lo volvió a publicar.

Esta rudeza hacia su excompañera de gabinete no es el único enojo/desencuentro entre el equipo del presidente. Quizás el más notorio fue la salida de Carlos Urzúa, de Hacienda, a través de una carta que publicó también en redes sociales en donde dejó muy claro su descontento con las decisiones del presidente y su círculo cercano.

“Me resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública motivado por personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés”, fue parte de lo que escribió el exsecretario, hoy colega en estas páginas, quien cada semana desmenuza las contradicciones e incompetencias en materia económica del actual gobierno.

Una carta con parecidos descontentos publicó Germán Martínez al anunciar su renuncia al IMSS. Denunció una “injerencia perniciosa de algunos funcionarios de la Secretaría de Hacienda que pone en riesgo la vocación igualitaria, de justicia, y de prestación de servicios del IMSS”. Criticó la austeridad del gobierno y a la fecha sigue señalando sus inconformidades. La más reciente ha sido con la extensión del mandato del ministro Zaldívar.

La salida de Martha Bárcena de la Embajada de México en Washington también ha dejado muy claro el rompimiento con el canciller Ebrard. También usando Twitter, el martes criticó la postura de México ante el creciente autoritarismo del presidente Daniel Ortega en Nicaragua. Tanto la embajadora como su esposo, Agustín Gutiérrez Canet –tío de la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez– han sido sumamente críticos con Ebrard desde redes sociales y en sus columnas en El Heraldo y Milenio, respectivamente.

¿Son o no merecidas las críticas al gobierno de López Obrador? Es discutible, pero no es el motivo de esta reflexión. Lo que llama la atención son los crecientes y muy públicos desencuentros dentro de la 4T y entre los que salen o abandonan ese barco.

Presidentes como Abraham Lincoln o ministros como Winston Churchill fueron famosos por conformar gabinetes integrados por rivales. Ambos destacaron por el liderazgo para hacerlos trabajar en equipo a pesar de la rivalidad. Para AMLO, que le gusta compararse con grandes hombres de la historia, queda claro que un enorme pendiente está en lograr armonía y trabajo en equipo de su gente.

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