El diccionario Oxford eligió “rage bait” como palabra(s) del año 2025. Su traducción al español sería más extensa que dos palabras: generar contenido diseñado para provocar enojo y polarización y, de paso, comentarios y clics. Creo que el concepto no es una rareza lingüística. Es el retrato de una época donde la indignación se ha vuelto la moneda más líquida. Lo trágico es que, en redes, el enojo no se sanciona, se premia.

Pero además, el “rage bait” ya no es solo un truco de influencers. Liderazgos en todo el mundo han descubierto que la rabia es un combustible eficaz que une tribus, simplifica problemas complejos y convierte al adversario en un villano perfecto. Como toda gasolina, incendia. El tema es que lo hace primero afuera, pero lo que estamos viendo es que también incendia adentro.

México lleva años probando esta fórmula. La polarización como arma electoral se consolidó desde 2006 y como forma de gobernar, desde 2018. El giro interesante es que el enojo que se azuza hacia “los otros” empieza a buscar culpables dentro del propio poder. En Morena se asoman fisuras importantes. Está el bloque de López Obrador y los suyos; el grupo de la presidenta Sheinbaum, con García Harfuch en Seguridad; Ramírez Cuéllar en el legislativo y Godoy en la Fiscalía; y un tercer bloque, el de Monreal-Pedro Haces, que se mueve con agenda propia.

De estas fisuras hemos visto surgir fuegos amigos a través de filtraciones, acusaciones cruzadas y escándalos que exhiben incongruencias con la narrativa de austeridad y honestidad. No es que antes no existieran tensiones; es que ahora se ventilan, se viralizan y se usan como armas internas. El rage bait, aplicado a la política doméstica, está mostrando que termina siendo un bumerán.

En Estados Unidos, el laboratorio del enojo se llama Trump. El presidente y su ecosistema convirtieron la irritación digital en identidad política y se han beneficiado de esta desde el primer mandato del presidente. Pero el rage bait parece que no distingue lealtades. En la reciente AmericaFest de Turning Point USA, fundada por Charlie Kirk, varias figuras del universo MAGA se atacaron entre sí desde el escenario. Ahí estuvo el vicepresidente JD Vance, los experiodistas Tucker Carlson y Megyn Kelly, y la viuda de Kirk, Ericka, entre otros. Todos estuvieron más ocupados en golpearse entre ellos, ya sea por las posturas hacia el conflicto Israel-Gaza o por quién manda dentro de MAGA que en pegarles a los demócratas o en hacer propuestas para su movimiento. Se dijeron oportunistas, se descalificaron en público y uno llegó a llamar ‘cáncer’ a otro. Fue una escena inusual incluso para un movimiento acostumbrado al pleito como espectáculo. Lo que quedó claro es que el fuego que han aventado por años en el ecosistema político-digital ya no solo se dirige hacia el enemigo externo, se canibaliza hacia adentro.

México y EU, de nuevo, con escenarios políticos paralelos.

Ante el enojo creciente, con algoritmos que lo empujan y políticos que buscan aprovechar ambos, me pregunto ¿hasta cuándo se puede seguir gobernando a punta de indignación? ¿podrá ser esta estrategia un bumerán para quienes han decidido lanzarla?

Hoy sabemos que la factura de caer en el rage bait, en el contenido diseñado para provocar enojo y polarización, la pagamos nosotros cada vez que premiamos al que polariza con un clic. ¿Podremos regresar a un mundo con menos rabia en la pantalla y más criterio en la vida real? Es la pregunta de cierre que lanzo hoy que es día festivo y tenemos un poco más de tiempo para reflexionar.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Comentarios