¿Siguen siendo carnales Marcelo y Andrés Manuel después del accidentado proceso de selección de la candidata presidencial de Morena?

A nadie sorprendió el resultado de la encuesta para elegir a su coordinadora de Defensa de la Transformación.

El triunfo de Claudia Sheinbaum y la reacción de Marcelo Ebrard se veían venir desde que comenzó el proceso.

Marcelo dejó de ser llamado “hermano”. En su conferencia del jueves, el presidente López Obrador se refirió a Ebrard en tres ocasiones como su amigo. De ahí no pasó. (Aunque a la mañana siguiente lo “hermanó” como “a millones”)

El Presidente se descoció hablando de su movimiento y la forma de elegir a quien será su abanderada presidencial, sin importar las restricciones del INE, en pleno arranque del proceso electoral.

Dijo que fue un ejemplo de ejercicio democrático, algo inédito y que se acabó el dedazo (¡ajá!).

Fue generoso en los calificativos a Ebrard: “es una muy buena persona, un buen dirigente, un buen servidor público, es mi amigo”.

El miércoles, Marcelo Ebrard había echado a andar la Operación Berrinche: su equipo se dijo sorprendido de las incidencias que supuestamente habían ocurrido y provocó un incidente a la entrada del lugar donde se contaba la encuesta, para tratar de descarrilarla, saliendo a sabiendas que no podrían regresar y, luego, querer hacerlo a la fuerza.

Cuando salió Ebrard a escena, exigió la reposición del proceso. Fue subiendo el nivel hasta llegar a: “en Morena no tenemos espacio”, con la clara advertencia de que aparecerá en la boleta presidencial el próximo año.

Claudia Sheinbaum le tendió la mano a Ebrard y miró hacia adelante: “No hay tiempo que perder, vamos a seguir trabajando (…) vamos a ganar el 2024. Vamos a ganar las diputaciones, vamos a ganar las senadurías, vamos a ganar las gubernaturas, y va a haber presidenta de la República y será de la Cuarta Transformación”.

La candidatura presidencial para Marcelo Ebrard ha sido un sueño largamente anhelado, desde que era colaborador de Manuel Camacho Solís, quien nunca la pudo tener, pese al asesinato de Luis Donaldo Colosio, en 1994.

Se sentó en escaños, ocupó curules y llegó hasta la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, en donde se hizo a un lado para ceder la candidatura presidencial a López Obrador.

Durante su gestión en ese cargo, se construyó la Línea 12 del Metro, que tras colapsar años después dejó 26 muertos y más de 100 heridos. (Mas lo que judicialmente le quisieran añadir).

En su mañanera del jueves, el presidente López Obrador dibujó el futuro de Marcelo:

“Con libertad, él puede hacer lo que considere más conveniente”. “Vamos a suponer que diga: ‘Soy libre y puedo ser candidato independiente’, porque hay esa posibilidad, se juntan firmas y hay esa posibilidad. ¿A quién le afectaría? Bueno, ya, ya, ya no hablemos de eso. A los que se están frotando las manos, no se dan cuenta en dónde tiene más jale Marcelo: en las clases medias. O sea, en una de esas la candidata de Claudio se queda en tercer lugar o en cuarto”.

Ayer, lo volvió a apachar. ¿Por qué?

Compitió y perdió. ¿Por qué seguimos hablando del segundo lugar?

El plazo para informar al INE la intención de ser candidato independiente a la presidencia venció este jueves.

Es decir, la única opción para que Marcelo esté en la boleta presidencial es que se sume a Movimiento Ciudadano.

Así, le hará la tarea sucia a Sheinbaum y a López Obrador, a quien acabará sirviendo hasta el último minuto, fracturando el voto opositor.

Sólo Marcelo y el Presidente sabrán si esta intrincada jugada fue un pacto de lealtad-inmunidad. Un servicio electoral a cambio de enterrar sus posibles pecados.

¿Son carnales? ¿Son aliados? ¿Son cómplices?

Vivir en paz bien vale una candidatura que, ya se sabía, nunca iba a ser suya.

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