La violencia que vivimos en México angustia y perturba tanto como la infame tranquilidad con que el gobierno reacciona a la tragedia ciudadana. Un día sí y otro también esa violencia asesina a muchos mexicanos.

Cuando se busca la respuesta de la autoridad, lo mismo escupe el lugar común y la estadística, que una tormentosa pasividad.

Ya forma parte de nuestras vidas, de lo que vemos y oímos todos los días. Ni siquiera hay que acudir a los medios y las redes, solamente hay que mirar alrededor. Tristemente nos hemos acostumbrado a ella y a la presencia omnipresente de la delincuencia. Prácticamente no hay sitio del país donde no azote. Es cierto, en unos más que en otros estados, pero en todos.

Los gobernantes no tienen empacho en ensalzar sus “logros”, como es lógico.

Esta semana, el presidente presumió que el secuestro ha bajado 75 por ciento durante su gobierno. (Lo que contrasta con la alerta de viaje de Estados Unidos que previene a sus ciudadanos de NO venir a México porque en el país han aumentado los crímenes violentos, secuestros, robo de autos y asaltos. Advierte que definitivamente no se debe viajar a Colima, Guerrero, Michoacán, Sinaloa y Tamaulipas).

Cuestionado sobre los enfrentamientos esta semana de hombres armados en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y en Texcaltitlán, Estado de México, de policías contra maleantes, el presidente respondió: “es muy lamentable que se sigan presentando estos hechos de violencia. Se están atendiendo”.

Pffff, ¡qué tranquilidad!

Sobre todo porque, “en el caso de San Cristóbal, son dos grupos que se están disputando el control de un mercado (…) y el del Estado de México porque es parecido al que se presentó hace tiempo, con las mismas características, y es parte del mismo grupo. Así están las cosas”.

Para acabar de calmarnos, el Presidente sentenció: “tenemos que actuar con la misma estrategia porque no se puede enfrentar la violencia con la violencia (…) muchísima gente opina que se puede enfrentar el mal con el mal, que se puede aplicar la Ley del Talión, de diente por diente y el ojo por ojo, y nosotros pensamos que hay que atender las causas y eso es lo mejor”.

Pero mientras el Presidente pontifica, en lo que va del año, según cifras oficiales al 20 de mayo, han asesinado a 13,761 personas, de los más diversos estratos. Lo mismo personas comunes y corrientes, que servidores públicos de todos los niveles, políticos y mafiosos.

En lo que va de la administración, el número de homicidios suma 149,791. De seguir a este ritmo, el sexenio de Andrés Manuel López Obrador será recordado como el más sangriento de la historia reciente. (Y eso que cada vez que puede se burla de Calderón y Peña Nieto).

Para el presidente, que amanezca tempranísimo todos los días, se reúna con su Gabinete de Seguridad de 6 a 7 de la mañana, que supuestamente se trabaje de manera coordinada, que se mantenga una comunicación constante con autoridades locales, que supuestamente también se atiendan los problemas con más profesionalismo e inteligencia y que no haya contubernio entre la autoridad y la delincuencia, es suficiente.

Quizás para él, pero no es eficiente. Inquieta que esté convencido de que sí lo es.

Un principio básico de la actividad pública es no creerse sus propios boletines, es decir, no creerse sus propias mentiras.

Ojalá que cuando se mire al espejo, el Presidente de México no se crea que, en materia seguridad, lo está haciendo bien.

Monitor republicano

Faltan dos años para las elecciones de 2024 y ya estamos metidos de lleno en la sucesión presidencial. No será una carrera de velocidad sino de resistencia, para los electores.

anarciae@gmail.com

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