Pasadas las elecciones intermedias y no habiendo con quien pelear, el presidente Andrés Manuel López Obrador volteó a ver nuevamente a la prensa, uno de sus distractores más socorridos.

En días en que el país se repone del empacho electoral, en que miles siguen afectados por el desplome de un tramo de la Línea 12 del Metro, en que la investigación de lo ocurrido aún es prematura, no deslinda responsabilidades, pero abriría en un año, en que el presidente hace todo lo posible por proteger del linchamiento político a la jefa del Gobierno capitalino para que siga teniendo posibilidades de sucederlo, en que adelantó los “destapes” presidenciales cuando aún no cumple tres años en el poder, en que no trasciende la consulta en agosto para enjuiciar o no a los expresidentes, en que su gabinetazo se sigue desgranando, en que rebrotan los casos de Covid y mueren algunos de los ya vacunados, en que miles de ancianos padecen para conseguir la "pensión universal" para los adultos mayores y en que el gobernador de Michoacán denuncia a Morena, como un narco-partido y que su triunfo en ese estado es el regreso del crimen organizado al Palacio de Gobierno, el ciudadano presidente estigmatiza a los periodistas.

Y no solo los enlista en una conferencia de prensa que debiera servir para otros fines. No. También intenta marcarlos semanalmente con el hierro del desprestigio en una nueva sección de su comparecencia matutina: "Quién es quién en mentiras".

De sobra sabemos que para el Presidente ésta es la manera de ejercer su derecho de réplica, pero resulta un exceso, un abuso de poder. No es democrático ni republicano. Es anacrónico, ventajoso y gandalla. Ni en los peores tiempos del priato recordamos algo parecido.

En efecto, había una presión brutal que a varios les costó la cabeza, pero no había esa exposición al descrédito y al escarnio general y menos programada una vez a la semana.

Este jueves, el presidente advirtió: “No es estigmatizar a ningún periodista, es estigmatizar a la mentira y la corrupción, a la falta de ética”.

Un reportero le preguntó si a quienes aparezcan en el cuadro de horror se les daría una protección especial, a lo que respondió: “No, no, no porque ellos también viven de eso, o sea, les es negocio atacarme, o sea, reciben recursos por esa línea editorial, por atacarnos, sería muy difícil que no nos atacaran porque entonces no tendrían ingresos. No generalizo pero muchos reciben dinero de nuestros adversarios, bueno, hasta del gobierno de Estados Unidos (…) Para decirlo con mucha claridad, es una prensa muy corrupta; y muchos periodistas, articulistas, escritores, muy mal acostumbrados a vivir del presupuesto público. Y ese es el problema de fondo. No es nada mas un asunto ideológico, es que ya no reciben el dinero que les daban antes”.

Quienes se dedican a la política no pueden tener la piel tan sensible. La crítica a su actuación pública es inherente al ejercicio del poder.

No quisiera recurrir a Perogrullo, pero a quien no le guste que lo espanten que no salga de noche, a quien no le guste el calor que no se acerque a la estufa.

Quien tiene poder y autoridad no puede creer que vivirá en el consenso.

Alguien bien intencionado, a quien escuche, tendría que decírselo.

Monitor republicano

Ninguno de los periodistas estigmatizados en la "mañanera" necesita que lo defiendan. Se bastan y sobran, pero no está de más enviarles un abrazo solidario a todos ellos.

anarciae@gmail.com

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