¿Se le ocurrió a él, le calentaron la cabeza o se lo pidieron los aludidos?

¿Qué animó al presidente López Obrador a encabezar la exigencia de que Estados Unidos incluya a Cuba, Venezuela y Nicaragua, en la próxima Cumbre de las Américas, en Los Ángeles, y si no que él no asistiría?

¿Qué gana México o qué gana el presidente intercediendo por regímenes dictatoriales que tienen a sus pueblos sumidos en la miseria, la ausencia de democracia, la censura y el terror político, en contraste con la opulencia y prácticas gangsteriles de sus élites gobernantes?

¿Es meramente una cuestión ideológica trasnochada, nostalgia de otros tiempos que nos recuerdan al Echeverriato y sus sueños fallidos o una estrategia para distraer?

¿No que la mejor política exterior es la interior?

A juzgar por el desmadre que hay en el país, el presidente podría ocuparse primero de poner orden aquí, antes de andarse metiendo en las casas de los vecinos, haciendo caravana con sombrero ajeno (repartiendo dinero público), pontificando y recibiendo un trato pomposo digno del realismo mágico del gran escribidor.

Porque no es poca cosa la mala situación económica que se vive en México, una carestía que no cede y cada vez crece más; los efectos sociales, económicos y de salud de una pandemia torpe y arrogantemente manejada; una criminalidad rampante que se sabe impune, el aumento de los feminicidios que suceden por diversas razones, pero también porque los asesinos saben que no habrá consecuencia de sus actos; una polarización social que abona a los resultados electorales, pero también alienta los afanes de venganza más que de justicia; una sucesión adelantada por el propio presidente que causa división y encono, que acabará debilitando a su gobierno y sus afanes de perpetuidad, porque sus destapadas “corcholatas” se destruirán entre sí mostrando lo peor de cada una de ellas; las criticadas obras icónicas; las supuestas corruptelas de sus muy cercanos y del propio círculo familiar, y como si no fuera suficiente los recientes “incidentes” que muestran el peligro de volar en avión en la capital del país.

Mención aparte se debe hacer de las expresiones de fuerza de la delincuencia organizada, hasta en contra de las fuerzas armadas. No hay precedente en ningún país civilizado. Su desafío a la autoridad no conoce límite y solo se compara con su certeza de sentirse protegidos. Los grandes capos no andan a salto de mata, salvo cuando caen de la gracia o se exceden en sus excesos.

Con este escenario doméstico, que solo es un botón de muestra, uno se pregunta si nuestro Presidente tiene espacio y argumentos para colocarse del lado de dictadores y populistas que no serán invitados a una celebración de la democracia.

El buen juez por su casa comienza y la autocrítica no le sobraría a nuestro primer mandatario en vez de autoerigirse como el líder de la región frente al “Imperio”.

Monitor republicano

Para nadie es un secreto que el nuevo aeropuerto no jaló como esperaba el Presidente. Después de inaugurado, las líneas aéreas se hicieron un paso atrás y no se volcaron a ocuparlo. Parecía un enorme elefante blanco, más grande que los mamuts que ahí se exhiben. Ahora, tras por lo menos dos peligrosísimos incidentes registrados, en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, los dueños de las aerolíneas fueron “sensibilizados” en Gobernación y no les quedó más remedio que llevar próximamente algunas de sus operaciones al AIFA.

Pregunta: ¿fue fortuito o no que se pudieran documentar esos peligrosos “incidentes”?

Si lo fue, les cayó como anillo al dedo. Y si no, ¡qué dídimos tan azules!

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