Hay futbolistas cuya calidad excede a los triunfos y a los escenarios en que se desempeñaron. Son pocos aquellos a quienes se les mide dejando de lado cuántos trofeos levantaron o para qué equipos jugaron.

En la historia del futbol, son poquísimos los casos de aquellos que lograron trascender desde el fondo, alejados del glamour del gol o de la elegancia de la creación. Convivir con la ignominia y el ridículo —durante 90 minutos— no es fácil, pero así es la vida del defensor.

Jugar a sabiendas de que cualquier error, distracción o traspié puede significar echar por la borda el esfuerzo de todo el equipo, debería ser suficiente para vivir al borde de un ataque de nervios, pero él caminaba por la cornisa con la tranquilidad de un niño cuando va tomado de la mano de su padre. Pero no porque fuera un inconsciente, sino porque era dueño de la situación.

 

La inteligencia futbolística que tenía era suficiente para que siempre estuviera donde debía y para que, en el 99% de las oportunidades, tomara la decisión correcta. Verlo enfrentar mano a mano a cualquier delantero era una delicia.

Con la pelota en los pies, sobresalía por su clase y técnica individual. Con él en el fondo, nunca fue necesario jugar al pelotazo. Darle el balón significaba que el equipo tendría una salida limpia. Incluso, a veces, era más entretenido verlo iniciar los ataques de su cuadro que presenciar cómo desactivaba las opciones de peligro del rival.

Tan le sobraba calidad, que un día a un entrenador se le ocurrió subirlo al mediocampo y utilizarlo como contención. Con menos de cinco minutos en esa zona del campo, se generó el debate de dónde era mejor, en dónde le podía ser más útil a la Selección Mexicana.

El 1 de diciembre del 2017, previo al sorteo del Mundial de Rusia , Lothar Matthäus se acercó a saludar a Jorge Campos , y lo primero que le dijo fue: “¿Cómo está el mejor defensa central que vi en mi vida? Cuando lo veas, salúdalo de mi parte”. Posteriormente, el Cinco Copas alemán me contó sobre la ocasión en que compartió la defensa con Claudio Suárez , en un partido de estrellas, y de cómo lo maravilló verlo en acción.

Claudio es de esos pocos futbolistas que no necesita de su apellido para ser ubicado. Y Claudio es de esos poquísimos casos de jugadores que no necesitaron militar en un gran club europeo para trascender. Su talento y calidad siempre fueron más que suficientes.

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Y, en estos tiempos sin actividad futbolística, en los que recordar se ha convertido en el pan nuestro de cada día, parece injusto olvidar a quien, junto a Rafa Márquez , ostenta el rótulo de mejor defensa en la historia de México.

Adendum. Knut ya prendió 18 veladoras para que no se cancele la Liga MX . Así es, el coronavirus ya hasta religioso lo volvió.

futbol@eluniversal.com.mx

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