El sábado pasado no le hice mucho caso al celular y, sin motivo alguno y en contra de mis costumbres, me fui a acostar temprano. Es por eso que fue hasta el domingo por la mañana cuando me di cuenta de que tenía cientos de mensajes de WhatsApp . De inmediato, abrí la aplicación y noté que todos los recados pertenecían a un grupo de amigos. Todo el jelengue había sido provocado por el triunfo del

.

Por un lado, estaba la felicidad de los cementeros; por el otro, los malos deseos del resto. La discusión no tenía mucho sentido, la emoción violenta normalmente no lleva a nada, y éste era el caso. Pero —de pronto— todos se pusieron de acuerdo. Uno que le va a las Chivas les dijo: “Ahora pídanle perdón a [Juan] Reynoso ; cuando llegó, lo destrozaron [no decía así tal cual, la mayoría de las palabras eran groserías, pero aquí se lo arreglamos para que sea apto para toda la familia]”.

Y fue ahí cuando los cementeros agacharon el pico y, todos, le dieron la razón a los demás. Tras hacer un poco de memoria, recordé cómo criticaron la llegada del peruano. Tan molestos estaban porque habían contratado a un DT que venía del Puebla (sin reparar que en Perú le había ido muy bien), que —enceguecidos por la furia— gritaban a los cuatro vientos que “para esto, mejor que regrese Billy ”.

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Para ser honesto, a mí también me llamó la atención la contratación de Juan Reynoso . Después de la hecatombe ante Pumas , la situación pedía a gritos un giro de 180 grados. Pero la nueva cúpula celeste acertó al elegir a un hombre de la casa. A un tipo trabajador, medido y con una personalidad a prueba de todo. A Reynoso no le iba a temblar el pulso si la situación lo llevaba a dejar de lado el estilo ofensivo que agrada a la afición. Si había que echar al equipo atrás, a Reynoso no se le iba a mover ni un pelo.

Y así volvió el campeón en 1997 al club. Sin aspavientos, sin show ni declaraciones grandilocuentes. Volvió como un entrenador maduro, que venía de meter a la Liguilla al humilde Puebla . Y puso los pies de nuevo en La Noria con una sola misión: Acabar con la sequía de títulos que asola a la institución. Algo que ya vivió como futbolista, y es que en aquel lejano Invierno ‘97, Juan Reynoso fue el líder de la defensa del equipo que acabó con 17 años sin celebraciones. Estamos a días de que Juan Máximo Reynoso nos demuestre si es o no verdad aquello de que la vida es cíclica.

Adendum. Knut

anda insoportable. Desde el sábado, cada dos horas me manda el mismo mensaje: “Prepárate, el domingo verás algo histórico”.

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