Dicen por ahí que siempre hay que dejar lo mejor para el final. El origen de la frase es absolutamente desconocido para su servidor, pero lo que sí sé es que todos la hemos dicho en algún momento, porque ya está incorporada en nuestras mentes. Y normalemente es así, guardamos lo que más nos gusta para el final.

Si nos imaginamos en un restaurante, por supuesto que lo mejor viene al final: el postre. Pero el camino a ese premio tan esperado bajo ninguna circunstancia debe ser de sufrimiento. No, las entradas, la sopa y el plato fuerte deben cumplir con los estándares de calidad del restaurante. Al final, el cliente —al ser quien paga— está en su derecho de exigir que todos los alimentos sean buenos.

Sería una locura imaginarnos al gerente responder a una queja de la siguiente manera: “Tiene razón, las albóndigas están quemadas, se le pasó la sal al cocinero, pero no se preocupe, el postre está buenísimo y ahí se desquita”. Bueno, pues esa respuesta es la que el cliente recibe todo el tiempo en el futbol mexicano.

17 o 19 jornadas sin sazón. 17 o 19 fechas de frijoles tan pasados por agua que perdieron todo el sabor. 17 o 19 jornadas esperando el postre: la Liguilla. Y esta fase final ha dejado muy claro que los soporíferos juegos que hay que soportar a lo largo de esas 17 o 19 fechas no se deben a la falta de calidad o capacidad. Estos cuartos de final se jugaron a un ritmo que, en el mejor de los casos, vemos a cuentagotas a lo largo del semestre.

Fueron ocho partidos con ritmo, intensidad y emociones. Nadie se guardó nada, no hubo especulaciones. En resumidas cuentas, todos jugaron al máximo. Es decir, que sí se puede aspirar a un futbol de mayor nivel.

Pero desde hace no sé cuánto tiempo nos conformamos con que ya viene el postre y nos resignamos a que la sopa vendrá tibia si nos va bien y a que el guisado sea algo que no vale la pena recordar.

Ha quedado demostrado que los ingredientes para tener un mejor espectáculo existen. Quizá, si los puntos que se pierden en la Fecha 1 no fueran recuperables con un buen cierre de campeonato, para ubicarse entre los ocho mejores, y esos puntos tuvieran la importancia que se refleja en trofeos, podríamos ver algo mejor en la cancha.

La Liguilla es una maravilla, pero si el torneo fuera a puntos, todos tendrían que jugar a tope para tratar de ser campeón. Porque así, el torneo dejaría de ser una simple fase de clasificación y los equipos deberían jugar a tope siempre. Porque un traspié en la Fecha 4 podría significar olvidarse del campeonato.

Adendum. Knut (el noruego metiche) no deja de preguntarse por qué los Tigres no juegan nunca como en el segundo tiempo del domingo.

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