En el futbol, hay cosas que son. Por más inexplicables que parezcan, en este juego hay “verdades absolutas” que no se sostienen de lógica alguna, pero suelen no fallar. Por ejemplo: El Real Madrid puede estar perdiendo 2-0 al minuto 85, pero la probabilidad de que gane ese partido (sobre todo en Champions) es altísima, si la comparamos con el resto de los equipos. La muestra perfecta es la manera en que conquistaron su última Orejona.

¿Qué provoca eso? Nadie lo sabe. Algunos pensamos que se trata del peso de la historia, otros consideran que es la calidad de los futbolistas, y hay quienes se lo achacan a la mística entre equipo y afición. Pero la realidad es que no hay explicación que deje claro por qué a los rivales de los Merengues les tiembla todo en ese tramo final de los duelos.

En México, se sabe que el Cruz Azul tiene una inentendible capacidad para sabotearse. Ningún club del país (en la historia) se atrevió a tanto como el cuadro cementero. Ventajas que parecían absolutas fueron dilapidadas en varias ocasiones. Finales que estaban en la bolsa se perdieron en cuestión de segundos (ante Pachuca en Concachampions y contra el América en 2013, por citar dos ejemplos). Y, lo que es peor, la falta de confiablidad cuando la situación es límite.

El pasado sábado volvió a suceder. Cruz Azul llegó vivo (cuando hace semanas parecían muertos) al campo de las Chivas. La ecuación era muy sencilla: Los cementeros necesitaban ganar sus dos partidos para mantener la esperanza de meterse al Play-In. Chivas y toda su inestabilidad era el primer rival. Había que vencer para llegar con chances al Azteca ante el Puebla.

Tampoco se trataba de una gesta histórica. Chivas ha sido muy inestable en el torneo y el Puebla... Bueno, pues es el Puebla. Previo al partido, platiqué con un par de personas que trabajan en el Cruz Azul (ninguno futbolista) y ambos me aseguraron que “los muchachos están muy motivados”, además de afirmar que “se estudió a la perfección lo que le hace daño a Chivas”. La Máquina había revivido en el cierre del campeonato y los jugadores tenían sed de revancha.

Lee también

Debo confesar que yo también consideraba que el Cruz Azul iba a vencer a las Chivas. Todo parecía dado para ello... Pero no consideramos el “factor azul”. Ahí estuvo el error. La Ley de Murphy (habría que rebautizarla como Ley de Cruz Azul) indica que si algo puede salir mal, saldrá mal, y así fue. La esperanza de los celestes murió en Guadalajara y la patria futbolera necesita, urgentemente, que un psicólogo, un psiquiatra o un brujo nos explique qué carambas le pasa al Cruz Azul en momentos límites.

Adendum. “Ahora sí, ya estuvo”, me escribió Knut, ayer.

Obviamente, no le respondí. En enero, les firmo que me dirá: “Ahora sí, va la buena”.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS