¿Se puede perder la grandeza? Sí. Familias que dominaron Europa perdieron el poder, el lustre y —en algunos casos— cayeron en desgracia. En esta época de híper comunicación, hemos visto cómo una mala decisión, un momento de locura o un exabrupto, han significado el final de personas públicas que parecían inexpugnables.
En el futbol, también se puede. El proceso suele ser más largo, pero de que se puede perder la grandeza, se puede.
Hace muchos años, cuando el futbol no pasaba por televisión y la gente iba vestida elegantemente a los estadios, en México, el Atlante y el Necaxa eran parte de la crema y nata del futbol nacional.
El tiempo fue cruel y ambos equipos sucumbieron ante el Guadalajara, el América, el Cruz Azul y los Pumas.
Los Rayos se exiliaron en Aguascalientes; los Potros de Hierro continúan con su peregrinar, con la esperanza de volver a la Primera División y establecerse en la capital del país de manera definitiva.
Todo esto viene a cuento por los momentos de las Chivas y los Pumas. Ambos equipos se han empecinado en arrastrar el prestigio.
El sábado pasado, vivimos la epítome del marasmo en el que ambos viven. La mediocridad absoluta: Luchar por el último boleto al Play-In.
Y, como en película de terror, ninguno de los dos pudo hacer su parte.
Los Pumas perdieron en San Nicolás de los Garza y el Guadalajara, a sabiendas de que el triunfo lo clasificaba, empató contra un Atlas eliminado. Ni el historial ante los Zorros ayudó a los rojiblancos.
Ojo, hay que separar grandeza de popularidad. El Rebaño Sagrado sigue llenando estadios, hoteles y aeropuertos. Pero, en lo deportivo, ha ganado cuatro Ligas en 55 años.
Y eso no es lo peor. De un tiempo para acá, parecen haberse acostumbrado a la mediocridad y la única constante es la incertidumbre.
Directivos y entrenadores pasan y pasan, y nada cambia. Por supuesto, acabar con un gigante como las Chivas es casi imposible. Pero, ¿cómo seducir a las nuevas generaciones?
Por su parte, la grandeza de los Pumas es más reciente y siempre estuvo amarrada a sus valores y a esa histórica cantera que ya parece más leyenda o mito que realidad.
Los universitarios no cuentan con el arrastre nacional del Guadalajara, el América o el Cruz Azul, y ese orgullo por ser el semillero del país cada día se lastima más.
Y, para acabarla de amolar, el León y los Tigres ya los rebasaron en títulos de Liga.
Tristemente, todo esto parece pasar desapercibido donde importa: En las oficinas de Verde Valle y El Pedregal.
Adendum. “Nos vemos en la Liguilla”, me escribió Knut, el sábado.
A ver si no se arrepiente por andar deseando revanchas insulsas.
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