Pocas cosas son tan falsas e hipócritas como los comunicados con que los clubes de la Liga MX informan el cese de un entrenador. Siempre alaban la labor del despedido. Si tan a gusto estaban con su trabajo, ¿por qué que lo echaron? ¿No sería mejor un simple: “Ante los malos resultados, el señor deja al equipo”?

Ahora, imaginemos que la directiva del club sí estaba muy satisfecha con el profesionalismo, entrega y forma de trabajar del director técnico en cuestión, pero la presión generada por los malos resultados era insostenible. Las convicciones de quienes contrataron a ese técnico, absolutamente ciertos de que es el indicado, se van a la basura con tremenda facilidad.

Sobre todo cuando la destitución se da en las primeras fechas de un campeonato. Este tipo de despidos muestran la falta de fortaleza de los dirigentes para sostener su plan de trabajo, la ausencia de un rumbo definido y la mayor incongruencia existente en el mundo laboral: falla el empleado y deponen al jefe.

Bajo el argumento de que los jugadores son el patrimonio del club, jamás hemos visto que —ante una crisis— se despidan futbolistas (lo de Cruz Azul en 2003 no cuenta). Se entiende que las instituciones pagan una fortuna por integrar a los jugadores, pero a veces es mejor perder para ganar. Si tal o cual jugador no rinde, ¿por qué su trabajo no debería estar en riesgo?

¿Cuándo se dejará de responsabilizar al entrenador por las indisciplinas de los jugadores? No son niños, son adultos que deben hacerse responsables de sus actos. Pero cómo lograrlo si siempre paga su patrón.

Ni todo el profesionalismo, capacidad y entrega pueden contra la desidia de los que saltan a la cancha. Quizá si supieran que pueden quedar desempleados, el índice de despidos de técnicos disminuiría y no habría que dejar sin trabajo a tantos futbolistas, porque el miedo no anda en burro.

Adendum. Knut

ya se quiere comprar la camiseta de Cruz Azul . Ya hasta dice que ésta sí es la buena. Iluso.

futbol@eluniversal.com.mx

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