No hace mucho tiempo era imposible pasar un día sin ver la cara de Javier Hernández . En la calle, siempre había algún espectacular en el que Hernández anunciaba algo y en la televisión, lo mismo. Todo empezó en 2010. Javier, surgido del equipo más querido del país, explotó como goleador y las agencias publicitarias encontraron en esa cara de niño bueno, con la familia modelo, a su objeto del deseo. Y encima, su actuación en Sudáfrica colaboró para el surgimiento de un ídolo instantáneo.

Vale la pena aclarar, para evitar soponcios entre los chichalievers, que esta columna no es una crítica a una carrera que se encuentra en franco declive. Ni mucho menos busca cuestionar su decisión de emigrar a la MLS (¿quién le diría que no a tal cañonazo de billetes, acompañado de paz y tranquilidad?). En esta colaboración no se pretende analizar las capacidades futbolísticas de nadie.

Pero el domingo noté algo que me llamó mucho la atención. Mientras cruzaba la Ciudad de México de punta a punta, y con el tiempo suficiente que proporciona la lentitud con la que los capitalinos circulamos ante la caída de cuatro gotas de lluvia, no vi una sola valla publicitaria con el rostro de Raúl Jiménez.

68 goles en Europa después, Raúl tiene una exposición mínima comparada con la que Javier Hernández tuvo no hace tanto. Y sus historias no son tan dispares. Jiménez también tiene cara de tipo agradable, es parte de una familia envidiable y también hace goles desde que sale de su casa. La única diferencia, así a la distancia, parece ser su lugar de formación. Pero, al final, el América genera el mismo o más interés que el Guadalajara.

En Selección Nacional, Jiménez ha cumplido. El de Tepeji tiene 24 goles en 81 partidos, mientras que Javier suma 52 tantos en 109 apariciones. ¿Qué falta para que Jiménez asuma el rol de futbolista adorado por la gente que Hernández parece estar dejando? Él, en la cancha, cumple.

¿Qué pasa en México para que Raúl Jiménez no reciba la atención que otros han gozado? En las agencias de publicidad y los encargados del marketing de las marcas, no son ningunos tontos. Se hacen estudios para definir quién le interesa a la gente para contratarlos y convertirlos en la imagen de sus productos. ¿Será que al aficionado mexicano le interesa más el carisma que la calidad y los resultados?

Hace años, las ciudades de este país estaban tapizadas con el rostro de Javier Hernández, y hoy —mientras en Inglaterra se desviven por Jiménez— aquí es más fácil que llueva en enero a encontrarse la cara de Raúl.

Adendum. Knut sigue en la búsqueda de equipo. Lo único que tiene claro es que al Cruz Azul no le va a ir.

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