Cambiar nunca es fácil. Y, mucho menos, si se trata del cambio generacional de una selección nacional de futbol.
El proceso suele ser desagradable porque, al final de cuentas, todo está supeditado al gusto del entrenador y amarrado a las pasiones de la masa. Sin duda, la labor que tiene Jaime Lozano en su horizonte no será sencilla ni libre de dolores de cabeza. Habrá quién se pregunte, y con total razón, ¿cuál recambio generacional si son los mismos? Pero antes de desmenuzar el momento mexicano, repasemos algunos ejemplos de transiciones que fueron rudas, a grado tal que escuadras que brillaron durante años, hoy deambulan en el oscurantismo. Pero también hay ejemplos opuestos.
A Lionel Scaloni le dijeron de todo cuando nombró a Rodrigo De Paul el dueño del mediocampo albiceleste. Al joven entrenador le pegaron sin piedad, no sólo por la fe ciega que le tenía (y tiene) al colchonero. Tras la Copa América de 2019, se pedía la cabeza del DT a gritos. La dirigencia de la AFA apechugó y siguió creyendo en su proyecto y el camino de espinas terminó con la siguiente Copa América y con la Copa del Mundo en las vitrinas argentinas.
Chile y Alemania son la cara opuesta de la moneda. Los andinos fueron, entre 2010 y 2016, uno de los 10 mejores equipos del planeta. Pero se hicieron grandes y con todo y las dos Copas América que ganaron vieron dos Mundiales por la tele. Por otro lado, Alemania conquistó su cuarto Mundial en 2014. Increíblemente, en Rusia y Qatar se quedaron en fase de grupos.
Argentina cambió y renació tras el desastre del 2018. Chile y Alemania siguen intentando resurgir tras sus dos hecatombes. México vivió su Waterloo en territorio qatarí y todo parece seguir igual. Y tal vez todo siga igual, en cuanto a nombres, porque no hay más y eso es lo verdaderamente preocupante. No tenemos más y parece no haber tiempo para encontrar a alguien nuevo.
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Ahora, en el caso de Guillermo Ochoa están jugando con fuego. Aclaro que soy de los que cree que nadie hay hecho lo suficiente para quitarle el puesto. Dicho eso, estoy convencido de que deben dejar de llamarlo para poner a otro. Y es que en caso de que Ochoa no llegue al 2026 cómo sabremos quién está capacitado para atajar en la selección. Y en el caso de Santiago Giménez, quien sale de su casa, se tropieza y mete un gol, ¿qué tiene que hacer para que le den 15 partidos consecutivos? El futuro del ataque mexicano es él.
Hoy, me da la impresión, de que Lozano prefiere ir a la segura en lugar de buscar el cambio. Tal vez para establecerse y posteriormente buscar modificar o tal vez porque sabe que los directivos (por más que se llamen diferente) no han cambiado y que si pierde cinco partidos su trabajo está en juego.
Adendum. “Quiñones titular”, me mandó Knut ayer.