Hace ya algunos años, 15 para ser exactos, en mi tiempo trabajando en una trasnacional el proceso de inducción incluía un curso llamado “manejando la inclusión”, obligatorio para todos los ejecutivos de la misma, había que viajar a Boston para tomarlo y era indispensable hacerlo dentro de los primeros meses en la empresa. Por supuesto que mi primera reacción cuando empezaron a hablar del racismo fue que eso no existía en México, que no era un problema, poco a poco durante tres días muy intensos la capacidad de reconocer las diferencias y no solo la aceptación sino la consciencia y el cambio de hábitos que se debe de tener al respecto fue desarrollándose hasta entender los años que llevaba como sociedad sensibilizarse a un problema como estos. Evidentemente en la breve y muy saturada comunicación que nos brindan los medios digitales el choque de posiciones y la polarización ante juicios de valor y prejuicios sociales ms que ayudar a resolver el problema lo arraiga.

Luego del asesinato de George Floyd, la protesta social que rompió el cerco de miedo impuesto por los contagios de Covid-19 para apoderarse de las calles en los Estados Unidos, llegó a los medios sociales digitales, no sólo de aquel país, sino de todo el mundo.

La que más impacto generó fue la campaña en Instagram. La dinámica consistió en que los usuarios de la red social cambiaron la imagen de su perfil y postearon una imagen en negro, acompañada de los hashtags #blackouttuesday y #blacklivesmatter.

La industria musical fue la que más controversia generó en esta dinámica, pues determinó que durante todo el día no se haría ningún estreno, ni los canales de las disqueras o artistas se transmitiría música, en señal de repudio a los actos raciales.

En México muchos influencers, personas del medio del espectáculo, youtubers, entre otros, se unieron a la campaña generando las siguientes líneas de comunicación. El 35% pide que no se utilicen los # ya que entorpecen y silencian el movimiento. El 27% criticó a todos aquellos que se sumaron a la iniciativa, porque aseguran que en México también hay racismo y nadie hace nada al respecto. El 26% dijo que el movimiento es el inicio de una revolución para promover la igualdad y evitar el racismo. El 12% dice que muchos de los que apoyan el movimiento tienen un doble discurso, los tachan de hipócritas.

De manera general las líneas de comunicación generaron un alcance potencial de 105 millones, con 4.1 millones de reacciones, 1.7 millones de comentarios y 7.8 millones de compartidos.

En este sentido el 27% de la audiencia ataca a las personas con una condición económica alta, asegurando que ellos tienen mayores oportunidades que aquellos que provienen de un barrio pobre o simplemente por tener piel morena. Un porcentaje igual asegura que ha sufrido discriminación cuando menos una vez en su vida, debido a su color de piel.

El 18% sostiene que en México existe un discurso de odio hacia personas que tienen piel morena, pese a las raíces indígenas del país. El 14% dice que la mayoría de los mexicanos tiene una doble moral, aseguran que confunden la comedia con comentarios racistas. Mientras que el 10% expone que en México se ejerce el racismo y no se acepta; este porcentaje asegura que en el país se juzga por el color de piel, nivel escolar, lugar de residencia, entre otros. Finalmente, el 9% lamenta que se menosprecie el trabajo de las empleadas domésticas y no se respeten sus derechos laborales.

La conversación se distribuyó de la siguiente manera: el 41% se dio en Facebook, el 34% en Twitter, 21% en Instagram y 4% en los portales web. La interacción se presentó así: Twitter 44%, Facebook 31%, Instagram 22% y portales web 3%.

¿Cuál es el impacto que puede generar una campaña así en medios sociales digitales? Es decir, se podrá pasar de una mera tendencia, llevada por compañías musicales, deportistas o presidentes, a un auténtico cambio de conciencia. ¿Podrán los millennials o la Generación Z erradicar el racismo de la humanidad?

Son preguntas que se antojan difíciles de responder en el contexto actual, en el que hemos visto como otros movimientos sociales digitales, como la primavera árabe o los ocupas de Wall Street, provocaron muchas reacciones, alcance, compartidas, pero pocos cambios de fondo. Al menos, de los cambios que se esperan puedan durar para considerarse auténticos paradigmas que logran que la humanidad evolucione.

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