A los doce integrantes del jurado que, en Brooklyn, juzgaron al secretario de Seguridad Publica de Felipe Calderón, no los perturbó el perfil criminal de los testigos ni las inconsistencias y contradicciones de sus declaraciones —ni siquiera la ausencia de evidencias documentadas—, nada de eso abrió un espacio para dudas razonables sobre la responsabilidad criminal de Genaro García Luna, por eso su veredicto fue terminante: culpable de los cinco delitos de los que lo acusó la fiscalía.

Pero algunas de las acusaciones resultaron tan ridículas como esa de ubicarlo en el restaurante Champs Elysée —epicentro en esos años de las clases política y empresarial— donde habría acudido para recibir cantidades millonarias en dólares que habría sacado, quizás, en maletas con ruedas. O la otra, que un policía federal, Francisco Cañeda Castañeda, que andaba buscando tacos en la carretera Cuernavaca-Tepoztlán, se habría topado con la camioneta de Beltrán Leyva y García Luna.

El exsecretario no fue el primero ni será el último funcionario denunciado por los mismos narcos como integrante de su red de protección, esa es la manera en que se vengan de quienes los habrían perseguido y extraditado, y a esto habría que agregar el incentivo perverso que reciben los delincuentes que se acogen al programa de testigos colaboradores.

Pero es cierto, el crimen organizado no puede operar sin contar con redes gubernamentales de protección, baste recordar un episodio de 1985: el “descubrimiento” del rancho El Búfalo, de Rafael Caro Quintero, donde se cultivaban grandes extensiones de mariguana y gozaban de la protección de diversas autoridades, incluyendo las militares.

Si el enriquecimiento de García Luna se comprobara, es más probable que tuviera que ver con “moches” recibidos al ejercer un presupuesto impresionante (el último año del gobierno de Felipe Calderón la SSP ejerció un presupuesto superior a 40 mil millones de pesos), a lo que se agregarían los ingresos por asesorías a gobiernos de México y del extranjero cobradas a precio de oro.

Pero el veredicto del jurado —una verdad jurídica, pero verdad sospechosa— no es suficiente para atemperar la furia de López Obrador contra el que “le robó la Presidencia”, por eso llama ahora a García Luna a convertirse en testigo colaborador, quizás así embarre a su enemigo acérrimo, pensará.

En estos días, hoy mismo, los cárteles siguen operando como lo han hecho en el pasado, pero ningún presidente de la República ha hecho tan evidente su cercanía con los criminales del Cártel del Pacífico como López Obrador, empezando por su consigna de “abrazos, no balazos”. Exige que se le dé un trato “de seres humanos” a esas bestias que torturan, asesinan y disuelven en ácido a sus víctimas; se refiere al Chapo como “señor Guzmán”; acude a Badiraguato a presentar sus respetos a doña María Consuelo Loera; ordena la liberación de Ovidio Guzmán; hace una carretera (Badiraguato-Guadalupe y Calvo) que les facilita la chamba y, en las elecciones para gobernador de 2021, dejó al Cártel operar las elecciones.

Engolosinados con el juicio a García Luna, el Presidente y los suyos parecen olvidar la máxima que reza: los carniceros de hoy serán las reses de mañana.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, Qatar 2022 y muchas opciones más.

@alfonsozarate

 

Google News