La engañifa costosa (más de 500 millones) y contraria al derecho para preguntarle a los ciudadanos si están de acuerdo en que se aplique la ley, es solo un episodio más en la larga cadena de dislates que incluyen la cancelación del aeropuerto de Texcoco, la rifa del avión presidencial, la conseja de “abrazos, no balazos” y muchas más.

Son diversos y muy costosos los impactos de decisiones ayunas de la más elemental racionalidad y no hay en Palacio Nacional, ni en sus alrededores, una sola voz que llame al presidente a la sensatez, que le advierta los riesgos de convertir chispazos en acciones de gobierno.

El presidente que dice que gobernar no tiene ciencia, gobierna con ocurrencias y, por desgracia, los poderes que la Constitución, las leyes y la costumbre le otorgan, convierten esos disparates en decisiones y políticas públicas.

Pero no puede omitirse un dato preocupante: que el dislate de la consulta fue aprobado por una mayoría de ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, encabezados por su presidente Arturo Zaldívar, y que el debate sobre la procedencia de esa pregunta llevó no solo a aprobarla sino a desfigurarla.

El fallo de la sala superior de la Corte mostró la abyección de una mayoría de ministros a los que, no obstante, el presidente no solo no les agradece, sino que los insulta con frecuencia.

¿Qué más se le ocurrirá mañana? Por lo pronto, a esta consulta seguirá otra para la revocación del mandato que, según anticipa Lorenzo Córdova, requerirá 9 mil millones de pesos.

Uno de los rasgos que identifican a los líderes populistas, además del carácter unipersonal de su gobierno, es su anti-institucionalidad, su convicción de que ellos representan la voluntad popular; otra peculiaridad es su relación directa, sin intermediarios, con el pueblo.

En el caso de López Obrador, las llamadas consultas al pueblo han sido una constante. Son ejercicios tramposos de un supuesto diálogo en el que el líder pregunta e induce la respuesta. La gente participa, pero no lo hace como ciudadanos, sino como masas.

Fue una consulta al pueblo, aunque apenas haya participado algo más del 1% de los convocados, la que supuestamente definió el destino del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.

En el Partido Morena también se dice que son encuestas —es decir, una forma de consulta— las que definen las candidaturas a gobernadores, aunque casi nunca se conozca públicamente el nombre de la encuestadora, su metodología ni sus resultados.

Sin embargo, debe reconocerse la eficacia político-electoral de estos ejercicios: franjas del electorado con una precaria cultura cívica, están seducidas por este líder que, por primera vez, dicen, le pregunta al pueblo. Y mientras los sectores más informados de la sociedad califican este ejercicio como una farsa, a los devotos se les inflama el pecho.

Presidente de Grupo Consultor Internacional.
@alfonsozarate


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