Es entendible. Casi todos quisieran tener un origen lustroso, por eso abundan las genealogías emperifolladas y los apellidos compuestos. No es lo mismo apellidarse Sánchez que Sánchez-Navarro o Rincón a secas, que Rincón-Gallardo. El pedigrí importa y más en una sociedad de arribistas y apariencias.
Aunque nadie escoge dónde nacer y ni en qué familia, tampoco acepta de buena gana tener un origen sombrío o baladí. Los aztecas, pueblo nómada y bárbaro de origen chichimeca, clamaban ser herederos de los toltecas. Esa ridiculez de inventarse una genealogía ilustre ha llevado en el discurso oficial a falsear las realidades complejas del mundo prehispánico (grandeza, pero también barbarie) y, a un tiempo, a ignorar la afluente principal de nuestra nacionalidad, la española.
López Obrador decidió remover viejos sedimentos antiespañoles, en esa lógica se inscribe su exigencia de pedirle a la corona española un disculpa por los horrores cometidos por los conquistadores contra los pueblos originarios. En el colmo de la incongruencia, Beatriz Gutiérrez Müller, quien incitó ese sinsentido, hoy reside con su hijo en España.

No es posible negar los horrores cometidos durante la Conquista, pero tampoco los que perpetraron los aztecas. La alianza de tantos pueblos indígenas con Hernán Cortés se explica por el odio que había sembrado la brutalidad de los aztecas.
Como no fueron suficientes seis años de discurso anti español, ahora Sheinbaum recupera uno de los principales absurdos en la penosa construcción de una identidad nacional. Al celebrar el sábado pasado la fundación de México Tenochtitlán (ya lo había hecho Andrés Manuel cuatro años antes), incluyó, otra vez, la exigencia a España de pedir perdón por las atrocidades de la conquista; y se equivoca: México no existía antes de la llegada de los españoles, se fundó a partir del inmenso territorio que fue la Nueva España.
Pero, ¿por qué, para afirmarnos como mexicanos, tendríamos que negar las contribuciones del periodo virreinal a nuestro ser nacional? Lengua, religión, gastronomía, música, arquitectura colonial... ¿Mejor Tonantzin que la Virgen de Guadalupe?, ¿preferible el náhuatl al español? Resulta absurdo ignorar la contribución hispánica a lo que hoy es México, así como mantener el elogio a los indígenas de museo mientras a los descendientes de aquellos pueblos se les mantiene en el abandono.
La fundación de México Tenochtitlán fue la proeza de un pueblo nómada y salvaje. Pero invocar la grandeza de nuestra herencia cultural indígena y presumirla como superior a la europea es un desatino y muestra una ignorancia enorme, basta recordar la grandeza de las ciudades helénicas, romanas y egipcias. El florecimiento en lo que hoy es Grecia ocurrió durante el periodo de Pericles, el tiempo de Sócrates, Platón y Aristóteles, es decir, 2000 años antes de la Conquista. Mil quinientos años antes de Cristo, se vivió el esplendor del imperio egipcio, los templos de Luxor y Karnak se construyeron entre los años 1400 y 1000 a. C.
¿Cuándo dejaremos la mala costumbre de deformar la historia en el intento de crear un sentido de orgullo sobre nuestro origen?
Presidente de GCI. @alfonsozarate