El salón Tesorería del Palacio Nacional, espacio que lo mismo sirve para ofrecerle a los machuchones una cena-extorsión con tamales de chipilín, que para una sesión del gabinete ampliado, ha resultado, sobre todo, una carpa de lujo en la que cada mañana el Presidente presenta parlamentos ácidos y burlones que se entretejen con la participación de otros comediantes, como el Doctor Muerte, Hugo López Gatell; la aprendiz de lectora de noticias falsas o ciertas pero exageradas, Ana Elizabeth García Vilchis, Sheffield, el que se pasa de rosca o músicos del gusto del Señor: el Buki, Juan Gabriel, Óscar Chávez, Los Tigres del Norte, Amaury Pérez, Silvio Rodríguez, Chico Che...

Andrés Manuel es el reverso de Jesús Martínez Rentería, Palillo; sus chistoretes —como eso de llamar corcholatas a los aspirantes a sucederlo— o de fingir que no recuerda el nombre de Mexicanos contra la corrupción (le llama: Mexicanos a favor de la corrupción), no divierten, pero allí está cada mañana de lunes a viernes cucando a los gringos, dictando sentencias contra sus adversarios ignorando la presunción de inocencia. El objeto principal de sus aguijones es Felipe Calderón, pero hay otros: Claudio X. González, Carlos Loret, Carmen Aristegui, EL UNIVERSAL, Reforma y el semanario Proceso.

El sketch, un subgénero de la comedia, solía ser breve y Palillo lo usaba para exhibir en una perorata que soltaba como balas de ametralladora, las lacras de la política: “el saqueo, el atraco, el latrocinio, la indignidad de rateras administraciones...” (en esos años todavía no se asomaba el neoliberalismo que, según Andrés Manuel, marcó el inicio de todos los males). Y después de señalar las lacras venían una retahíla de adjetivos para los hombres del poder: “hijos de su contrapelona, mal nacidos, logreros, saqueadores, esdrújulos, archipiélagos, pentagráficos, pitufos, pútridos, desgraciados, méndigos sátrapas...” Y la gente reía, era su desquite, solo eso le quedaba.

El “rey de las carpas sufrió arrestos muchas veces y otras tantas se clausuraron los teatros donde trabajaba porque, según la autoridad, se le pasaba la mano. “El regente de hierro”, Ernesto P. Uruchurtu y el presidente Miguel Alemán fueron objetos frecuentes de sus escarnios.

Los chistes de las mañaneras se van volviendo aburridos por repetitivos: sacar el pañuelo blanco, agitarlo y anunciar que ya se acabó la corrupción de los de arriba; desmentir los datos oficiales con el argumento de “yo tengo otros datos”; mostrar el Detente (“Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”), organizar rifas engañosas, llamar corruptos, conservadores, hipócritas y otras lindezas a quienes piensan diferente, victimizarse y denunciar conspiraciones que solo existen en su mente.

Y su “patiño” —un buen comediante necesita su patiño— es el vocero Jesús Ramírez Cuevas con la participación “espontánea” de paleros disfrazados de reporteros como Carlos Pozos, Lord Molécula, Hans Salazar, Sandra Aguilar y Vicente Serrano.

Ante la ausencia de Palillo, Brozo recupera la sátira política y encuera a esta runfla que han convertido al Salón Tesorería en una carpa para el gozo de un hombre que se cree la encarnación del pueblo.

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Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario
@alfonsozarate

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