La iniciativa de reforma electoral del presidente es hija de la inquina, del resentimiento. López Obrador nunca ha reconocido su derrota del año 2006; desde entonces se propuso la desaparición de IFE (ahora INE) y hoy lo intenta proponiendo un sistema electoral que, salvo algunos avances, es aún más añejo que aquel que imperó en los tiempos de partido único, los días de carrusel, urnas embarazadas, ratón loco y operación tamal .

La iniciativa presidencial propone desaparecer al INE para reemplazarlo por el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC), pero lo hace enmascarando esa propuesta con un supuesto empoderamiento del pueblo.

López Obrador le endulza los oídos a su clientela: se reducirá el costo —requeriría menos recursos y menos legisladores— y el pueblo decidiría con el poder de sus votos quiénes serían los consejeros (el más votado presidiría el lNEC). Bueno, aparentemente.

La lógica para lograrlo es muy simple, habría 60 candidatos propuestos por los tres Poderes de la Unión: a los veinte que propusiera el titular del Ejecutivo, es decir, Andrés Manuel, se sumarían los veinte propuestos por el Congreso, donde se impondrían las mayorías morenistas, es decir, Andrés Manuel e, incluso, entre los veinte propuestos por el Poder Judicial estarían algunos al gusto de Andrés Manuel. Total, que la elección sería meramente una simulación para integrar un INEC que tendría siete y no once consejeros, y algo similar ocurriría para el Tribunal Electoral. El voto popular meramente legitimaría la decisión del presidente, estaríamos ante la demolición de los avances penosamente construidos en las últimas décadas de luchas cívicas en materia democrática.

Lo paradójico es que ese INE —al que denigra el presidente— es el mismo que ha organizado en los últimos años los procesos electorales que han derivado en las alternancias que enriquecen la vida pública, y es el mismo Instituto que le entregó un poder legítimo no solo al propio presidente, sino también a gobernadores, alcaldes y legisladores de Morena. Por otro lado, el presupuesto del INE, que parece excesivo, se explica en gran medida por la amplitud y enorme complejidad de sus tareas, por las formalidades que tienen por objeto garantizar la seguridad del voto en una atmósfera de desconfianza y para evitar el ingreso de dinero “negro” a las elecciones.

Hay razones diversas para anticipar que la iniciativa será derrotada, la principal, que el bloque de contención ya descubrió que su poder crece en la medida en que se mantiene unido, pero está, también, el hecho de que algunas de las propuestas reducirían su presencia en el Congreso de la Unión.

Para la aprobación de esta iniciativa presidencial, a Morena y a sus aliados les faltan 57 votos en la Cámara de Diputados y 85 en el Senado. Este hecho subraya el carácter testimonial de la iniciativa: se trata de dejar constancia para sus clientelas de los intereses (los “traidores a la patria”) que impidieron lograr un sistema electoral “austero” y, lo más importante, un sistema que se proponía empoderar al pueblo. Más “municiones” para las mañaneras y el golpeteo en 2024.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.
@alfonsozarate