Para Ferny, comprometida en la defensa de las causas de las mujeres.


¿Qué es esa barrera que se emplazó para resguardar al Palacio Nacional y a su huésped más distinguido? ¿Un “muro de la paz”, como explicó el vocero, o una provocación, un muro de la infamia?

“Se levantó para protección de las propias mujeres”, justificó el presidente, pero se convirtió en un memorial de denuncia por las que nos faltan, por tantas vidas segadas y tantos sueños truncados.

En ese muro las activistas decidieron escribir los nombres de cientos de las víctimas de este horror que no cesa. Allí aparece el nombre de Rubí y de su madre Marisela Escobedo, la de las tres muertes. La que murió al enterarse del asesinato de su hija por su propio esposo; la segunda, cuando escuchó la aberrante sentencia de los jueces en Chihuahua exculpando al asesino, y, finalmente, la muerte a manos de un sicario, frente al Palacio de Gobierno, donde había instalado una casa de campaña para exigir justicia.

Si el presidente quería evitar que las imágenes del Palacio pintarrajeado lastimaran la percepción sobre nuestro país en el mundo, no imaginó que la reseña que le daría la vuelta al planeta y lastimaría su propia imagen, sería la del palacio virreinal cercado por un murete que no pudo impedir que escuchara los gritos y los reclamos de las mujeres.

Ante el horror de los feminicidios —las estadísticas revelan que 10 mujeres son asesinadas cada día— ha estado ausente una política gubernamental para atender desde sus raíces ese menosprecio a las mujeres. En el sistema educativo, por ejemplo, enseñando a los pequeños el respeto a los derechos humanos y a las niñas, pero, también, persiguiendo y llevando ante los tribunales a esos criminales que, en su mayoría, permanecen impunes.

Pero hay mucho por cambiar en otros espacios y múltiples resistencias que superar, como las de religiones que sustentan en sus libros sagrados la supremacía masculina. A los medios de comunicación les toca fomentar una cultura que promueva la igualdad y el respeto entre los sexos pero, sobre todo, a las familias les corresponde construir desde el hogar una sociedad igualitaria.

Andrés Manuel pareció creer que, para enviar un mensaje de cercanía a las mujeres, bastaba nombrar un gabinete paritario y convirtió en colaboradoras a mujeres modositas, tan sumisas que ni siquiera se atrevieron a disentir ante el apoyo presidencial a Félix Salgado Macedonio.

Y quienes denunciaron en otro tiempo —cuando eran oposición— el uso de vallas ante la protesta social, hoy, instalados en el gobierno, lo justifican o “callan como momias”.

En un arrebato de petulancia, el presidente concluye que algunas marchas, como la del lunes, están siendo usadas para lastimarlo y que las promueven los intereses afectados por su gobierno. Que las mujeres son manipuladas. No, presidente, lo que está detrás de esos reclamos es algo más elemental: el derecho de las mujeres a vivir sin miedo.

Presidente de Grupo Consltor Interdisciplinario.
@alfonsozarate