“Al poder se le revisa y se le exigen cuentas”.

Brozo, un payaso que se niega a quedarse callado.

Ante un gobierno que ha adoptado decisiones perturbadoras como la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco; que confunde política social con caridad; que ofrece a criminales despiadados “abrazos, no balazos”; que emprende macroproyectos sin estudios sobre su impacto ambiental, social y económico; que privilegia la militancia y la cercanía sobre la idoneidad y va derruyendo unas instituciones y capturando otras... Ante todo eso, la mayoría de los actores políticos y sociales en vez de reclamar sensatez, de advertir los riesgos de un retroceso, guardan un ominoso silencio.

Una clave para entender el servilismo de las oposiciones reside en la arquitectura institucional de la posrevolución que permitió que el Ejecutivo se impusiera sobre los otros poderes, sobre los gobernadores, los medios de comunicación y sobre casi todo. Para un gobernador, contrariar al presidente implica sufrir el desamparo: la cancelación o reducción de proyectos de infraestructura carretera, aeroportuaria, educativa, de salud…y hasta arriesgarse a sufrir un juicio político (lo que, por décadas, ha sido excepción).

Pero, ante la intimidación que sufren los poderes constitucionales, podría pensarse en los órganos autónomos como el contrapeso democrático. No es así. El intento de captura de estos órganos (CNDH, CRE, Inai, INE…) muestra que es muy difícil construirlos, pero muy fácil someterlos, como empezó a quedar claro durante el gobierno de Enrique Peña Nieto.

Ante este panorama, las organizaciones de la sociedad civil podrían jugar el papel de contrapeso. Sin embargo, lo que prevalece es el silencio y los casos excepcionales como México Evalúa o Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, resisten con dignidad una ofensiva que procede desde la cima del poder.

El sistema político de la posrevolución modeló las mayores instituciones, no solo gubernamentales sino empresariales y sindicales. A diferencia de lo que ocurrió en otras naciones, donde estos agrupamientos nacieron sin el padrinazgo de los poderes públicos, en México surgieron al amparo de los gobiernos revolucionarios, es decir, se la deben.

El presidente Carranza alentó la agrupación de comerciantes e industriales en sendas confederaciones: la Concanaco y la Concamin, que nacieron por gracia del Estado de la Revolución. Algo similar ocurrió con los sindicatos: la CROM y su líder máximo, Luis N. Morones, fueron piezas claves para la preservación de la estabilidad durante los gobiernos de Obregón y Calles; pero en 1936, y bajo el auspicio del presidente Lázaro Cárdenas, la CTM reemplazó a la CROM como la mayor interlocutora de los trabajadores con el Estado. El pacto corporativo garantizó “estabilidad” a cambio de sumisión, lo que llegó a su clímax en el arranque del salinismo, cuando el jerarca obrero, Fidel Velázquez, guardó silencio ante el Quinazo.

Así, el “pecado original” de algunas de las más importantes organizaciones empresariales y sindicales fue el sometimiento a los poderes públicos, lo que le permitió a sus líderes alcanzar posiciones políticas y enriquecerse. Todavía hoy, a cien años de distancia, la mayoría de los líderes sindicales y de los grandes empresarios y de sus organizaciones no pueden quitarse de encima el fardo de aquel origen espurio.

Tal vez eso explique el lenguaje sumiso de los grandes empresarios y de la mayoría de los dirigentes de cámaras y confederaciones ante el poder presidencial que, por cierto, contradice lo que afirman sotto vocce; se entiende, es mucho lo que tienen que preservar y el aparato gubernamental dispone de enormes recursos para someterlos, más cuando se tiene la cola muy larga. Mientras diversas medidas de este gobierno claramente afectan el mundo de los negocios, la mayoría de los líderes empresariales callan y aplauden. Solo rompen la monotonía los dirigentes de la Coparmex y la Canacintra, Gustavo de Hoyos y Enoch Castellanos.

Unos por mercenarios, otros por serviles, los dirigentes empresariales se conforman con ser parte de la escenografía: festejan al Señor Presidente mientras la economía pasa del estancamiento a la recesión; cierran filas en torno a un gobierno que no ha hecho nada para establecer un auténtico Estado de Derecho; para frenar el bloqueo y el asalto a los trenes y a los transportes públicos; para reducir la sobrerregulación que favorece la extorsión de autoridades; para poner un alto el contrabando y la piratería…

No, no es cierto que calladitos se ven más bonitos. Su docilidad lastima a México.


Presidente de GCI.
@alfonsozarate

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