Un bar, una banda de pistoleros , decenas de balas, tres heridos, una docena de muertos.

Esto sucedió el sábado en Irapuato, Guanajuato , a eso de las 8:30 de la noche, en un sitio conocido como El Texano . No se conocen aún muchos detalles sobre la masacre, pero un hecho destaca en todas las notas de prensa: la balacera fue indiscriminada. O como lo describe una crónica en el diario El País “abrieron fuego contra todo y contra todos”.

¿Por qué hace una persona algo así? ¿Por qué no parece haber ni el menor intento por limitar y focalizar el uso de la violencia? ¿Por qué disparar a mansalva en contra de una pequeña multitud?

No tengo una buena respuesta a esas interrogantes, pero me permito aventurar algunas hipótesis.

En primer lugar, la violencia indiscriminada ofrece algunas ventajas tácticas para los asesinos . El ataque es más rápido, la probabilidad de reacción de los agredidos o terceros es más baja, la fuga es más expedita. Tiene el inconveniente de no poder verificar la muerte del blanco o los blancos principales, pero la posibilidad de supervivencia disminuye a casi cero con suficientes balazos.

Segundo, es posible que se busque algún tipo de efecto propagandístico o comunicacional. La persona o el grupo que comete u ordena un acto de esta naturaleza probablemente busque mandar un mensaje con balas, dejar en claro que su brutalidad no tiene límites. Una reputación de ferocidad puede ser un activo importante en el submundo criminal.

Tercero, esto muy probablemente dice algo sobre la sociología de las bandas criminales. Probablemente no estén enviando a estos jales a asesinos curtidos y experimentados, capaces de dar tiros de precisión. Y no los envían porque probablemente no los tengan. Lo que tienen son jóvenes con poco o ningún entrenamiento en el uso de armas de fuego, sin mayor sofisticación táctica, probablemente bajo el influjo de alguna sustancia y aterrados casi de seguro. Con ese personal, lo único que funciona es el ataque a mansalva, la balacera sin ton ni son.

Cuarto, este tipo de hechos no surge en un vacío ni aparece de la nada. Una masacre como la de Irapuato es muy probable la conclusión (o algún pico intermedio) de una cadena de venganzas que puede ser larga. Este acontecimiento estuvo precedido, con toda certeza, por múltiples actos de violencia revanchista , un ping pong de sangre que probablemente era evidente para el que quisiera mirar.

Quinto, hay un elemento aleatorio y oportunista en atentados de esta naturaleza. Es muy probable que los asesinos se hayan enterado de la ubicación de la víctima o las víctimas principales pocos minutos antes del ataque. Casi puedo asegurar que no hubo mucha planeación detrás de la masacre. Y eso tiene un corolario importante: es casi imposible prevenir este tipo de actos con simple despliegue de personal policial o militar en las calles. Para un hecho como el de Irapuato, basta con cuatro o cinco pistoleros moviéndose en un coche sedán hacia un destino establecido minutos antes. Buena suerte tratando de detenerlos con “patrullajes disuasivos” o retenes fijos.

Si estas hipótesis son medianamente correctas, este tipo de hechos no se previenen el día mismo de la masacre. Habría que pensar en intervenciones que interrumpan cadenas de venganza, identifiquen de manera temprana carreras criminales emergentes, atiendan a poblaciones que ya están en conflicto con la ley y castiguen ejemplarmente actos extremos.

Esto no se detiene con rondines y retenes.

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