En la mañanera del lunes, el general Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional, dio un reporte sobre los resultados en el combate al narcotráfico durante el actual sexenio.

Según sus cuentas, los decomisos de drogas (salvo en el caso de la marihuana), armas, vehículos y dinero, así como la superficie erradicada de cultivos ilícitos, el desmantelamiento de laboratorios y las detenciones de presuntos narcotraficantes, han crecido notablemente en la actual administración en comparación con los tres últimos años del gobierno previo.

Entre otras cosas, informó que el volumen incautado de fentanilo aumentó 525% en los tres últimos años comparado con los tres años previos. En el caso de la metanfetamina, el incremento fue de 128%. Cocaína, 77%. Heroína, 26%. Dinero, 620% en pesos y 282% en dólares.

No tengo razones para dudar de las cifras del general secretario. Pero no estoy seguro que sean portadoras de buenas noticias.

En términos esquemáticos, hay dos maneras de interpretar un incremento de los decomisos de drogas, armas o dinero. La primera es la que sugiere el general Sandoval: es el resultado de una mayor eficacia en la intercepción de flujos ilícitos.

La segunda es menos alentadora: hay más decomisos porque hay más drogas, armas o dinero circulando por territorio nacional. En esas circunstancias, el mismo esfuerzo debería de generar más incautaciones.

Esas interpretaciones no son mutuamente excluyentes. Puede haber simultáneamente más esfuerzo de interdicción y más disponibilidad. Tratar de desenredar esos factores y determinar su impacto relativo en el caudal de decomisos no es tarea sencilla.

Sin embargo, si la explicación dominante fuese la acción pública y no la mayor oferta, deberían de ser visibles algunos impactos en el mercado. En el caso específico de las drogas, se debería de observar un incremento del precio y una reducción de la pureza.

En México, no contamos con datos confiables de esas variables, pero en Estados Unidos hay algo más de información. No son perfectos sus indicadores, pero dan alguna idea sobre las tendencias del mercado.

En la más reciente Evaluación Nacional de la Amenaza de las Drogas (NDTA por sus siglas en inglés), publicada en marzo de este año, la DEA afirmaba sobre la metanfetamina que ”la pureza y la potencia se mantenían altas, mientras que los precios permanecen relativamente bajos”. Sobre la cocaína, el reporte señala que “los indicadores líderes de disponibilidad, incluyendo… el precio y pureza de la droga, sugieren que la disponibilidad de cocaína se mantiene estable”. Sobre el fentanilo, se asegura que “píldoras falsificadas con fentanilo siguieron volviéndose más disponibles en todo el territorio de Estados Unidos en 2019 y 2020.”

Dicho de otro modo, no parece haber ningún indicador de mercado que sugiera escasez de drogas ilícitas en Estados Unidos, al menos hasta 2020. Algo pudo haber cambiado en 2021, pero las cifras recientes sobre muertes por sobredosis en el país vecino indican que varias drogas ilícitas (particularmente el fentanilo) —buena parte de las cuales provendrían de México— siguen teniendo precios bajos y amplia disponibilidad.

Eso me lleva a suponer que el incremento en los decomisos refleja más un aumento de la oferta que un brinco en la eficacia del combate al tráfico ilícito.

Ese es un problema que no tiene que ver con las políticas de la actual administración, sino que es consustancial a la guerra contra las drogas. Más producción y más tráfico llevan a más decomisos y más decomisos incentivan más producción y más tráfico.

Esto no se puede combatir desde la oferta. Es hora ya de reconocerlo y dejar de presumir falsos triunfos.

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