Ayer, el INEGI dio a conocer cifras preliminares de homicidios cometidos en 2020 y sucedió lo que habitualmente ocurre cuando se dan estos anuncios: confusión generalizada. En algunos medios, se pusieron a comparar esos datos con los que produce el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), descubrieron que no coinciden y empezaron algunas elucubraciones sobre manipulación de cifras y conspiraciones estadísticas.

Y es que el asunto no es sencillo: requiere cierto conocimiento sobre las múltiples fuentes oficiales que existen en materia de homicidios. En años anteriores, he presentado una explicación sobre el tema, pero creo que vale la pena reiterarla:

1. En la mayoría de los países del mundo, hay dos conteos oficiales de homicidio: uno proveniente de las policías o el sistema de justicia, y otro del sistema de salud. México sigue ese patrón: por una parte, las fiscalías llevan una cuenta del número de casos de homicidio, agregada mes con mes por el SESNSP, y por la otra, la Secretaría de Salud y el INEGI llevan un registro de las personas que, según lo manifestado por un médico, murieron como resultado de una agresión.

2. No es inusual que haya divergencia entre las dos cifras. Eso puede suceder por varias razones perfectamente válidas. Imaginen, por ejemplo, que una persona muere al caer de un tercer piso: es posible que un médico legista clasifique el hecho como un accidente, pero que, a resultas de una investigación, la fiscalía determine que alguien empujó a la víctima y que se trató de un homicidio. O al revés. En México, las cifras del INEGI son habitualmente entre 7 y 10% mayores que las que genera el SESNSP.

3. Hasta allí, México se parece al resto del mundo. Pero, la cosa se complica, ya que el SESNSP produce varias cifras de homicidio. En primer lugar, distingue entre homicidio culposo y doloso. En segundo lugar, presenta por separado las carpetas de investigación y las víctimas. Por último, clasifica aparte a los feminicidios (un subconjunto de los homicidios de mujeres). Entonces, si se quiere contrastar los datos del SESNSP con los del INEGI, es necesario usar el número agregado de víctimas de homicidio doloso y feminicidio.

4. Para añadir complejidad, tenemos en México una tercera fuente oficial: un informe diario generado por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC). Ese reporte es alimentado por dependencias federales y por las fiscalías estatales. Tiene la ventaja de la oportunidad y la desventaja de la imprecisión: entre 17 y 21% de los homicidios que registra el SESNSP no entran a la cuenta de la SSPC. Por último, existen conteos de ejecuciones, realizados por medios de comunicación o empresas de consultoría, elaborados con fuente abierta, que siguen (con metodologías distintas) un subconjunto de homicidios, presuntamente vinculados con delincuencia organizada.

5. Entonces, ¿a qué número hay que hacerle caso? Depende de que se busque. El INEGI provee la descripción más amplia del fenómeno, así como la mayor cantidad de detalles sobre los incidentes y las víctimas. Desgraciadamente, sus datos se actualizan con mucho rezago: apenas estamos conociendo la información preliminar de 2020. El SESNSP es más oportuno (se actualiza cada mes), pero ofrece información menos rica. La cuenta del SSPC sirve de indicador temprano, pero es muy imprecisa. Por último, los conteos privados permiten aproximarse a una modalidad específica de violencia letal, pero dependen de fuentes de calidad heterogénea

En resumen, hay muchos números, pero acaban diciendo lo mismo: tenemos un nivel inaceptable de violencia letal.

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