Hace algunos días, el presidente Andrés Manuel López Obrador reiteró su deseo de que la Guardia Nacional pase a depender formalmente de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).

“No queremos que quede inscrita a ninguna Secretaría que no tenga la disciplina y el profesionalismo, que no vuelva a suceder lo que aconteció con la Policía Federal que primero estaba constituida en una Secretaría y luego pasó a depender de la Secretaría de Gobernación y se echó a perder por completo de corrupción, se pudrió”, dijo durante una gira por Veracruz.

Para rematar el argumento, afirmó que “así funcionan las guardias civiles, los guardias nacionales en otros países, así funcionan en España, en Italia, en Francia y otros países, la Guardia Nacional, la guardia civil pertenece a los ministerios de defensa”.

¿Es cierta esa afirmación? ¿Los cuerpos intermedios de esos países están efectivamente adscritos a los ministerios de defensa?

No en dos de los tres casos mencionados. En Francia, desde 2009, la Gendarmería depende formalmente del Ministerio del Interior, aunque sigue siendo un cuerpo con carácter militar y el Ministerio de Defensa retiene algunas facultades, particularmente en lo referente al régimen disciplinario y el mando operativo en misiones militares en el exterior.

En España, la Guardia Civil se encuentra ubicada en el Ministerio del Interior, aunque el Ministerio de Defensa retiene algunas funciones en materia de reclutamiento, ascensos y régimen disciplinario. Asimismo, en operaciones militares realizadas fuera del territorio español, el mando sobre los guardias civiles asignados a esas misiones recae en el Ministerio de Defensa.

En Italia, los Carabinieri están en efecto dentro de la estructura formal del Ministerio de Defensa. Sin embargo, se ha debatido ampliamente la posibilidad de trasladar a ese cuerpo intermedio al Ministerio del Interior. Y no está de más recordar que esa es una propuesta de la izquierda italiana, mientras que la derecha se inclina por mantener a los Carabinieri en la cartera de Defensa.

Pero más allá de la ubicación administrativa específica de cada una de esas corporaciones, hay varias diferencias notables que dificultan la comparación con el caso mexicano.

En primer lugar, esos cuerpos intermedios de origen militar complementan, no sustituyen a la policía. En Francia, conviven la Gendarmería y la Policía Nacional. En España, la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía. En Italia, los Carabinieri y la Polizia di Stato. Asimismo, las gendarmerías suelen tener misiones acotadas geográficamente: por lo regular, se les despliega en zonas rurales y pequeñas poblaciones. Para zonas urbanas, está la policía.

Más de fondo, en los casos mencionados, hay policías con formación militar, no soldados metidos a policías. El matiz es sutil, pero importante: en el trayecto formativo de un guardia civil español o de un gendarme francés, se privilegia la capacitación policial. En nuestra Guardia Nacional, al menos por ahora, los conocimientos policiales van como incómodo anexo en una carrera netamente militar.

Por último, no sobra resaltar lo obvio: en cada uno de los países referidos por el presidente, el Ministerio de Defensa es encabezado por civiles desde hace décadas y las fuerzas armadas están sujetas a múltiples mecanismos de control civil. En cambio, México es uno de los dos países latinoamericanos (Guatemala es el otro) que nunca ha tenido a un ministro civil de defensa. A esto hay que sumarle que desde 1946, ningún titular de la Sedena ha sido removido de su cargo antes de finalizar el sexenio correspondiente.

Entonces no, España o Francia o Italia no sirven para justificar lo que el presidente quiere hacer con la Guardia Nacional. Ni de cerca.