El domingo, una punta de malnacidos, presuntamente asociados a una pandilla conocida como Los Mexicles, irrumpió en una casa de la colonia Riberas del Bravo en Ciudad Juárez. Allí, los matarifes cocieron a tiros a todos los ocupantes, incluyendo a tres niñas, de 14, 13 y 4 años de edad.

El lunes, unos asaltantes entraron a robar una carnicería ubicada en el fraccionamiento Jardín del puerto de Veracruz. Dispararon y le quitaron la vida a un adolescente de 15 años que atendía el local.

El jueves anterior, en Villa Aldama, Veracruz, unos individuos encapuchados entraron por la fuerza a una casa y estrangularon a un niño de tres años frente a su madre.

El 7 de agosto, en Tijuana, Baja California, las autoridades encontraron el cuerpo de una mujer y el de su hija de cuatro años a las faldas de un cerro ubicado en el Cañón del Sainz. Las dos tenían múltiples heridas de bala.

El 29 de julio, una niña de tres años, subida en un juego mecánico en Chilpancingo, Guerrero, se encontró en medio de un tiroteo entre dos grupos de criminales. Murió de un disparo en el pecho.

Esas son solo algunas historias de horror del último mes. Y son la señal de un hecho profundamente inquietante: los niños y las niñas, sin importar su edad, se han convertido en blancos de la violencia homicida.

De acuerdo a un recuento de la Red por los Derechos de la Infancia (Redim), fueron asesinados 285 menores de 18 años en el primer trimestre de 2019. En 2018, según cifras del Inegi, fueron víctimas de homicidio 443 menores de 15 años. De ese total, 162 era menores de cinco años y 61 no habían alcanzado el año.

La pregunta es por qué. ¿Qué sentido tiene matar a un niño de brazos? ¿Qué lógica puede tener el asesinato de un bebé? ¿Por qué segar una vida que apenas comienza?

La respuesta es tan sencilla como aterradora: matan niños porque no hay consecuencias. Según la Redim, de cada cien carpetas de investigación por el homicidio doloso de un menor, hay una sentencia condenatoria. Salvo que tenga muy mala suerte, un mataniños se va a salir con la suya: puede cometer un acto de crueldad infinita sin que le pase nada.

Al problema de la impunidad, se añade otro problema: los asesinatos de niños y niñas son tratados como cualquier otro hecho de sangre.

Regresemos al caso atroz de Ciudad Juárez ¿Los victimarios enfrentan algún riesgo excepcional por haber ultimado con más de 100 balazos a tres niñas, incluyendo una pequeña de cuatro años? Con toda probabilidad, no. ¿Las autoridades, ya sean estatales o federales, van a dedicar recursos extraordinarios para capturar a los responsables? ¿Se dispondrá algún operativo especial para detener y procesar a los homicidas? Salvo que me contradigan las autoridades de Chihuahua, yo diría que no y no. Entonces, en términos de riesgo, ¿da lo mismo matar a un hombre de 28 años en un enfrentamiento que masacrar a mansalva a una familia entera, niñas de kínder incluidas? Eso parece ¿Y eso lo saben los delincuentes? Muy probablemente.

En esas circunstancias, no cabe más que una conclusión: van a seguir matando niñas, van a seguir masacrando niños. Tantos como se crucen en el camino de los asesinos.

alejandrohope@outlook.com.
@ahope71

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