Según el gobierno de la República, se alcanzó ya un hito importantísimo en la campaña de vacunación contra el Covid-19. Así lo describió en un tuit el vocero presidencial, Jesús Ramírez: “Hemos concluido la etapa de vacunar a los adultos mayores, al menos con una dosis, ya son 11 millones 103 mil vacunados.” (https://bit.ly/3nsCcFj)

Esto sería digno de sonoro e irrestricto aplauso, salvo por un pequeño detalle: según el Censo Nacional de Población y Vivienda 2020, hay en México 15.1 millones de personas mayores de 60 años.

O había hasta el año pasado. El 14 de febrero de 2021, el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó lo siguiente: “Queremos que, a más tardar a mediados de abril, ya estén vacunados, aun con primera dosis, los 15 millones 717 mil 170 adultos mayores de 60 años.”

No está muy claro de dónde salió ese número extrañamente preciso. Al parecer, no de la Secretaría de Salud: en la última actualización del documento rector de la Política Nacional de Vacunación contra el SARS-CoV2, se señala como objetivo de la etapa 2 (febrero-mayo) vacunar al “personal de salud restante y personas de 60 y más años”, grupos que sumarían 14.4 millones de personas (en adición al llamado “personal de salud de primera línea”, el cual sumaría 1.1 millones de personas).

Ahora, si el objetivo era vacunar entre 14.4 y 15.7 millones de adultos mayores, ¿por qué cantar victoria, cuando según sus datos del gobierno, los mayores de 60 años que han recibido al menos una primera dosis apenas pasan de 11 millones? ¿Qué pasó con los 3.4 a 4.6 millones de adultos mayores faltantes? Se me ocurren tres posibilidades:

Algunos pueden haberse ido a vacunar a Estados Unidos. Ese fenómeno pudo haber sido relativamente común en los estados del norte. Pero considerando que la frontera sigue con restricciones a los cruces terrestres, cuesta trabajo suponer que el asunto haya sido masivo.

Otros pueden estar esperando a que la vacuna finalmente les llegue: son todos a los que las brigadas correcaminos les pasaron de largo, los que no alcanzaron en el día que les tocaba o no se enteraron de cuándo y dónde tenían que ir a formarse o están confinados en casa sin poder moverse y sin que nadie les lleve la vacuna.

Es posible que muchos adultos mayores simple y sencillamente no se hayan querido vacunar. Por desconfianza, por temor, por desinformación, por convicciones religiosas o por lo que sea. El punto es que no quieren recibir la vacuna.

Lo primero sería un complemento para el esfuerzo nacional. Lo segundo parece un problema corregible (en principio). Pero lo tercero debería de prender todas las alertas

Si la resistencia social a la vacunación es la explicación dominante de estos números, estamos ante un severo problema. Dada su condición de riesgo, los adultos mayores tienen una alta propensión a aceptar la vacuna contra el Covid-19. Así lo demuestran múltiples encuestas en múltiples países.

Si en México uno de cada tres adultos mayores se niega a ser vacunado, no quiero imaginar el nivel de resistencia entre los menores de 40 años. Pero aún si el porcentaje de rechazo se mantuviese constante, estaríamos en un escenario de miedo. Para ponerla fácil, los menores de 16 años no se vacunan por ahora. Eso nos deja con 80% de la población: si de ese total solo se vacunan 7 de cada 10, quedaría inmunizada solo el 56% de la población, muy lejos del umbral de inmunidad de rebaño (75-80%).

Entonces, ojalá solo sea vil incompetencia la falta de vacunas en los brazos de 4 millones de adultos mayores. Si es resistencia en serio, que Dios nos agarre confesados.

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