El miércoles pasado, durante la plenaria de la bancada de Morena en el Senado, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, hizo la siguiente afirmación: “Es común escuchar que no hay estrategia o, cambien de estrategia, pero nadie dice en qué consiste el cambio de estrategia. Pueden estar o no de acuerdo con la estrategia, pero nadie puede negar que hay estrategia.”

Le concedo el segundo punto: tienen estrategia. Groseramente simplista, basada en diagnósticos incompletos, sin conexión entre objetivos e instrumentos, con metas e indicadores mal especificados, con problemas graves de instrumentación y sin mecanismos de evaluación sistemática, pero sí, tienen estrategia.

¿Y en qué consiste esa estrategia? Hasta donde se aprecia, tiene tres pilares:

1) Un supuesto combate a la corrupción que no pasa por el fortalecimiento de los controles internos o el establecimiento de mecanismos de supervisión externa en las instituciones de seguridad y justicia, y sobre el cual, no existe métrica alguna de avance o, para ser sincero, otra evidencia que las declaraciones del presidente y otros funcionarios.

2) El despliegue de programas sociales de corte general, dirigidos en su mayoría a millones de personas que nunca cometerían un delito, con o sin apoyo gubernamental.

3) La creación de un esperpento administrativo llamado Guardia Nacional, única institución pública mexicana donde 80% de su personal tiene plaza formal en otra dependencia (básicamente Sedena, pero también Semar), que hace de todo en todas partes y que está desplegada básicamente donde no se necesita.

A lo anterior, súmenle muchas juntas básicamente inútiles a las 6 de la mañana, en las cuales el presidente recibe información parcial, inexacta y no validada, pero que el gobierno federal espera que se repliquen a nivel estatal y municipal (aunque no sirvan de nada).

Y bueno, ¿qué tipo de cambios se podrían pedir para la estrategia? Sin pensar en un viraje radical se me ocurren algunos:

1) Acaben con la pantomima administrativa de la Guardia Nacional. Si tan importante les parece, dótenla ya de plazas, presupuesto, equipamiento e infraestructura. A la Guardia Nacional, no a la Sedena, no a la Semar. Si la GN es la piedra de toque de la estrategia, hay que darle ese trato, no el de sobrino pobre del Ejército.

2) También en el tema de la Guardia Nacional, no desperdicien sus recursos escasos con despliegues en zonas urbanas. Sobre todo, en áreas metropolitanas donde hay miles de policías estatales y municipales. Ejemplo: la Ciudad de México. Fundamentalmente, la Guardia Nacional debe desplegarse en zonas rurales y pequeñas poblaciones, donde la presencia del Estado es frágil.

3) En materia social, se pueden redirigir recursos hacia programas donde exista evidencia de eficacia o indicios prometedores. Eso implica reorientar el esfuerzo hacia programas focalizados, orientados hacia personas en conflicto con la ley o en condiciones de riesgo.

4) Sobre el combate a la corrupción, las baterías deberían de ponerse en la construcción institucional, en el fortalecimiento de unidades de asuntos internos, visitadurías, contralorías e instancias similares, apalancadas sobre mecanismos de supervisión externa (auditores policiales, comisiones de quejas, etc.)

5) Por último, si la voluntad no se refleja en presupuesto, no es voluntad. El país necesita más que duplicar su gasto en seguridad y justicia. Eficientarlo también, si se quiere. Pero hay que partir del supuesto de que tener instituciones competentes y eficaces cuesta.

Bueno, eso es lo que yo haría (entre otras cosas). Y lo dejo aquí para que luego no digan que solo criticamos sin proponer.

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