Agosto trajo buenas noticias para el sufrido estado de Guanajuato.

Apenas empezando el mes, fue detenido José Antonio Yépez, alias El Marro, presunto líder del Cartel de Santa Rosa de Lima y uno de los delincuentes más buscados del país. A su detención, siguieron algunas semanas de relativa paz. A lo largo de agosto, el número de víctimas de homicidio doloso y feminicidio disminuyó 16% con respecto a julio. De hecho, se trató del mes con menos violencia letal en Guanajuato desde diciembre del año pasado.

La buena racha se acabó en septiembre. En los primeros 28 días del mes, se han acumulado ya 346 víctimas de homicidio doloso en Guanajuato, según el conteo diario que lleva la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC). Ese registro, además, tienda a subestimar el total de víctimas que reporta el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Dado eso, es muy probable que septiembre termine con un total de homicidios similar al de julio (402).

¿Qué sucedió? ¿Por qué la captura del Marro no se tradujo en una reducción sostenida de los homicidios en Guanajuato? ¿Por qué las señales alentadoras de las primeras semanas se revirtieron? No tengo una respuesta completa, pero van algunas hipótesis:

1. Como en el caso de otros grupos criminales, el descabezamiento del Cartel de Santa Rosa de Lima produjo —tras un momento inicial de confusión— una disputa sucesoria, la pérdida de disciplina dentro de la organización y un conflicto por el control de diferentes fuentes de ingreso ilegal (extorsión, narcomenudeo, huachicol, etc.). A su vez, la desarticulación de esa banda pudo haber abierto el espacio para que otros grupos (el Cártel de Jalisco Nueva Generación o tal vez otras bandas locales) intentaran quedarse con algunos de las actividades ilícitas que manejaba la gente del Marro.

2. También es posible que la detención del Marro le hizo muy poco a la organización criminal, ya sea porque no era realmente el líder todopoderoso de la banda o porque el Cartel de Santa Rosa de Lima resultó tener una estructura más descentralizada de lo que suponían las autoridades. En ese escenario, la captura de Yépez habría producido solo que los pistoleros del grupo bajaran el perfil durante algunas semanas y regresaran a las andadas apenas bajó la presión de las autoridades estatales y federales.

3. Una tercera explicación es que la disputa entre bandas criminales, el choque entre la gente del Marro y el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) nunca fue la causa eficiente de la violencia en Guanajuato. O tal vez fue el detonador, pero dejó de ser la dinámica dominante hace tiempo. Así sucedió en Ciudad Juárez hace una década: el asunto pudo haber empezado como un conflicto entre cárteles, pero sobre eso se montaron muchas violencias dispersas, intergrupales o no, involucrando a pandillas o no, en las cárceles y en las calles, en los hogares y en la vía pública, con la participación directa de múltiples agencias del Estado en la batalla. En ese maremágnum, detener al líder de una banda o una facción cambia poco la ecuación, sobre todo si no viene acompañado de esfuerzos de reconstrucción institucional y prevención de la violencia.

Cualquiera que sea la explicación, queda claro que la caída del Marro no resultó ser la bala de plata que esperaban las autoridades estatales y federales. El drama de Guanajuato todavía tiene muchos capítulos por delante.

alejandrohope@outlook.com.
@ahope71

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