Hace diez días, el presidente Andrés Manuel López Obrador publicó un decreto para utilizar a las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública. Ese hecho produjo un rechazo casi unánime de especialistas, académicos, activistas y organizaciones vinculadas a temas de seguridad y justicia.

Sin embargo, entre la población en general, no parece haber mayor oposición a la medida. Es más, la decisión presidencial más bien fue recibida con entusiasmo.

De acuerdo a una encuesta reciente publicada por Reforma, 78% de la población está a favor del uso del Ejército y la Marina en tareas de seguridad pública durante los próximos cinco años. Hay además una expectativa muy alta sobre la eficacia de la intervención militar en tareas de policía: 68% considera que esto conducirá a una reducción de robos y asaltos, más de la mitad piensa que va a producir una disminución de los feminicidios y 45% opina que conducirá a una caída en la violencia del crimen organizado.

Esto no es un fenómeno nuevo. De manera consistente, el respaldo social a las Fuerzas Armadas ha sido sólido. De 2013 a 2019, la confianza de la población en el Ejército y la Marina nunca bajó de 80% en las encuestas nacionales de victimización y percepción de la seguridad pública (ENVIPE), levantadas por el INEGI. Ese resultado ha sido siempre 15 a 20 puntos mejor que el de cualquier policía.

¿Por qué ese respaldo sostenido? ¿Por qué esa confianza incólume? La participación de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública no es algo nuevo y los resultados tampoco son particularmente notables ¿Qué explica entonces el continuo apoyo a la intervención militar en funciones de policía? No estoy enteramente seguro, pero van algunas posibles explicaciones:

1. La popularidad indudable de las Fuerzas Armadas es en parte reflejo de la impopularidad de las policías. La población quiere confiar en alguna institución del Estado y no sentirse indefensa. En ese sentido, en la medida en que se deteriora la imagen de las policías (particularmente la municipal), mejora la evaluación relativa de los militares. Y viceversa: en la medida en que mejora la percepción de una comunidad sobre su policía, se vuelve ligeramente menos sólido el respaldo a las Fuerzas Armadas.

2. A pesar de que las Fuerzas Armadas han participado de manera amplia y sostenida en tareas de seguridad pública desde hace 15 años, es relativamente pequeño el porcentaje de la población que ha interactuado con el Ejército o la Marina en labores de policía. No hay por tanto el desgaste de la interacción cotidiana que tienen las policías. En lugares donde sí ha habido una experiencia de intervención amplia de los militares en tareas policiales cotidianas (como en Ciudad Juárez, por ejemplo), su imagen es relativamente menos positiva.

3. La mayoría de la población interactúa con las Fuerzas Armadas solo en momentos de crisis y, por tanto, las ve en su faceta más generosa y positiva. Por ejemplo, el rol de las Fuerzas Armadas en tareas de protección civil y respuesta ante desastres naturales muy probablemente haya contribuido a reforzar su popularidad

Si los dos últimos puntos son ciertos, podría estarse gestando un problema para las Fuerzas Armadas. En la medida en que tengan más interacción cotidiana con la población, podrían generarse tensiones que hasta hoy se han evitado. Tengo la impresión que, mientras más utilicemos a los militares como policías, más la población los va a ver como lo segundo.

No creo que eso sea buena noticia.

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