La secuencia ya se ha vuelto habitual. Llega el día 20 de cada mes ―o alguna fecha cercana, dependiendo de la agenda presidencial― y la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana presenta en la mañanera las cifras de incidencia delictiva del mes anterior.

Destaca, por supuesto, el dato de los homicidios. Y allí, a golpes de Power Point e insertando con calzador una línea de tendencia descendente en lo que es básicamente una alta meseta, busca convencer a la opinión pública de la eficacia de la política de seguridad y de su capacidad para contener (y hasta empezar a revertir) la oleada homicida de los dos últimos sexenios.

Apenas eso sucede, brotan en redes sociales ―desde cuentas de la oposición partidista o tuitera― gráficas con letras grandotas y colores chillones que muestran el total acumulado de homicidios en la actual administración, comparándolo (desfavorablemente) con el caudal de los sexenios anteriores y tratando de convencer de que nada ha sido tan grave y nada se parece a la situación actual.

Por su parte, los medios retoman la historia ―ya sea la del inevitable descenso o la del caudal inusitad― y tratan de encontrar alguna causa, buena o mala, para explicar el resultado del mes. Y los obsesivos que seguimos este asunto intentamos construir alguna narrativa sobre algo que es más caos que orden.

A final de cuentas, terminamos todos con más ruido que luz. La estadística acaba volviéndose más garrote propagandístico que herramienta de rendición de cuentas. Sirve para golpear al adversario, no para entender la realidad y mejorar la política pública. Y eso tal vez sea útil para el gobierno o para parte de la oposición, pero ciertamente no lo es para la sociedad.

A mi humilde juicio, el país se beneficiaría si le pudiéramos bajar el estruendo político a la presentación de las cifras de incidencia delictiva y convertir el proceso en un ejercicio más tecnocrático, tal como sucede con muchos otros datos públicos. No hay batallas tuiteras ni infografías propagandísticas cuando salen las cifras de mortalidad infantil o los datos de la balanza comercial. A algo así habría que aspirar en esta materia.

Pero para ello, me parece que se requerirían tres medidas:

1. Eliminar el conteo diario de homicidios producido por la SSPC, al menos en su versión pública. Es un mal dato, muy incompleto, muy impreciso (no captura 20% de los homicidios del mes) que solo siembra confusión, mete al tema a un ciclo noticioso de 24 horas y genera batallas sobre si tal o cual día fue el día más violento o más pacífico desde la invención de la rueda (cuando ni siquiera tenemos certeza si los homicidios allí listados se cometieron en la fecha correspondiente).

2. Presentar las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) cada tres meses y no cada mes. El delito es un fenómeno de cuenta larga: no es habitual que haya cambios abruptos de tendencia de un mes a otro. Publicar los datos cada trimestre (con desglose mensual) permitiría observar de mejor forma las posibles tendencias y reducir la frecuencia del ruido que generan estos datos.

3. Sacar la presentación de estos datos de la mañanera. Al hacerse públicos en un espacio de propaganda, se vuelven de inmediato herramientas de combate político. Si en cambio, se presentasen en forma de comunicado (a la manera del Inegi) o en una conferencia de prensa del SESNSP, el proceso se volvería más aséptico y menos ruidoso.

Sé que nada de lo anterior va a suceder en el corto plazo, pero tal vez cuando cambien las circunstancias podría volverse más probable algo que nos permita presentar una información crucial sin meter material a la conversación pública.

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