El lunes escribí en este espacio sobre el creciente uso de personal militar para ocupar puestos de mando en las policías estatales y municipales.

Esa ha sido la salida fácil ante la escasez de mandos civiles confiables y profesionales. Pero es una solución que genera más problemas de los que resuelve. Lleva a líneas de responsabilidad cruzadas. Genera dificultades en la distribución de personal de mando dentro de las propias Fuerzas Armadas. Más importante, pone al frente de las corporaciones a personal que no tiene formación policial.

Hay alternativas posibles a este modelo. La primera (y más sencilla) sería ampliar y fortalecer los programas de formación de mandos que existen en algunas academias policiales. La Universidad de la Policía de la Ciudad de México, por ejemplo, tiene una oferta de profesionalización importante. La Universidad de Ciencias de la Seguridad en Nuevo León cuenta con una Escuela de Mando y se encuentra en proceso de crear una escuela superior para la formación de personal de alta dirección policial.

En paralelo, sería posible recuperar la propuesta de crear una Academia Nacional de Mandos para nutrir a todas las corporaciones del país. El proyecto se ha discutido desde hace una década e incluso el presidente López Obrador lo hizo propio en su campaña de 2018, cuando propuso la creación de un Colegio Nacional de Seguridad Pública, pero se ha pospuesto por diversas razones. Tal vez sería el momento de retomarlo.

Una alternativa más ambiciosa sería la creación de un servicio nacional de policía, siguiendo el modelo aplicado en la India. Escribí sobre este tema hace un par de años, pero creo que vale insistir en el asunto.

El Servicio Indio de Policía (IPS por sus siglas en inglés) es un cuerpo de élite que provee mandos a todas las policías del país. Surgió como una institución del periodo colonial británico, pero fue conservado en la India independiente.

El ingreso al IPS es altamente competitivo. Es necesario contar con un título universitario y aprobar una serie de difíciles exámenes de admisión. Aproximadamente, 0.2% de los candidatos que se inscriben al proceso cada año ingresan al IPS.

Una vez admitidos, los reclutas deben pasar un año en la academia nacional de policía. Después de ese año, los nuevos oficiales tienen un periodo de prueba de un año en una corporación federal, un cuerpo estatal o una policía metropolitana. Los ascensos posteriores dependen de una evaluación rigurosa de aptitudes y desempeño.

Ya asignados a una policía estatal o metropolitana, los oficiales del IPS dependen operativa y administrativamente de la jurisdicción correspondiente. Sin embargo, son rotados periódicamente para tratar de limitar el control de políticos locales sobre los mandos policiales.

No es un modelo perfecto, ni mucho menos. Los conflictos entre el IPS y los gobiernos estatales son endémicos. En años recientes, se ha debilitado la independencia del IPS y ha fortalecido el control de los políticos locales sobre la policía. Asimismo, el profesionalismo de los mandos no se ha trasladado a grados inferiores de las corporaciones, donde prevalecen la corrupción y el uso excesivo de la fuerza.

Sin embargo, esa peculiar institución de la India muestra que es posible, aún en condiciones de subdesarrollo y de un sistema político altamente descentralizado, crear un cuerpo nacional altamente profesionalizado de mandos policiales civiles.

En resumen, hay alternativas a simplemente abandonar la conducción y mando de la seguridad pública a las Fuerzas Armadas.

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