Escribo estas líneas desde la incertidumbre, antes de que surja información oficial que confirme los múltiples rumores que fluyen en los medios y las redes sociales.

Según parece, Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín Guzmán Loera y actor central en el vergonzoso Culiacanazo de octubre de 2019, fue capturado por las Fuerzas Armadas en horas de la madrugada en la comunidad de Jesús María, cercana a Los Mochis.

Contrario a lo sucedido hace tres años, el equipo que realizó la detención trasladó rápidamente al personaje a la Ciudad de México. Pero eso no evitó que hubiese una reacción violenta del grupo criminal en varios puntos de Sinaloa.

¿Qué se puede decir sobre este hecho? Van algunas reacciones de botepronto:

1. Primero lo primero: una felicitación al equipo que ubicó y capturó a Ovidio Guzmán. No es tarea pequeña ejecutar exitosamente una operación de esa naturaleza en Sinaloa y menos después de lo ocurrido en 2019, con los cabecillas del grupo criminal advertidos de la posibilidad de una captura.

2. Al parecer, se aprendieron algunas lecciones del desastre de 2019, en particular la importancia de no realizar el operativo a plena luz del día, no ejecutarlo en una densa zona urbana y darle prioridad al traslado rápido del detenido. Pero algunas pifias del Culiacanazo han estado presentes en esta ocasión: en específico, la comunicación ha sido un desastre. Varias horas después de iniciado el operativo, la información ha fluido a cuentagotas y por canales no oficiales. Los medios y las redes sociales se han alimentado de rumores y filtraciones, no de datos duros.

3. ¿Se planeó esta captura para que coincidiera con la visita de presidente Joe Biden a México? Soy un tanto escéptico. Los procesos de ubicación y captura de personajes como Ovidio Guzmán toman meses y hasta años. Requiere mucha planeación y coordinación entre una multiplicidad de agencias, además del surgimiento de oportunidades específicas que son muy difíciles de programar. Sin embargo, es posible que la cercanía de la cumbre norteamericana le inyectara desde hace algunas semanas una dosis de urgencia a la búsqueda de Ovidio Guzmán y eso pudo haber facilitado su eventual localización.

4. Luego de esta detención, ocurrida a meses de la captura de Caro Quintero y semanas después de la aprehensión de Antonio Oseguera (hermano de Nemesio, jefe del CJNG), queda claro que, así lo niegue el presidente López Obrador, el gobierno actual, al igual que todas las administraciones federales desde la de Miguel de la Madrid, tiene una política de descabezamiento de los grupos criminales. En esto, hay continuidad, no cambio frente al pasado reciente. Seguimos en el universo intelectual de la guerra contra las drogas.

5. La captura de Ovidio ayuda propagandísticamente al gobierno al servir de una suerte de desmentido a las versiones de un presunto pacto con el Cártel de Sinaloa. Pero a la vez, tira por la borda la defensa que hizo el presidente del Culiacanazo de 2019. Esto demuestra que no había que elegir entre detener un delincuente y evitar una masacre. Hace tres años, el gobierno se puso en esa disyuntiva por mala planeación y peor ejecución. Fue una muestra de incompetencia, no de humanismo.

6. Lo de siempre: la detención de un capo, por vistosa que sea, no altera fundamentalmente los patrones de tráfico de droga ni la estructura de la economía ilegal. Ni necesariamente destruye a las organizaciones criminales: si la captura y extradición del Chapo no destruyó al negocio, es difícil suponer que la detención de uno de sus hijos tendrá efectos más potentes.

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