En el documento base de la Campaña por un Currículum Global de la Economía Social Solidaria se señala taxativamente que “solo cambiando el modelo dominante de desarrollo económico la humanidad puede implementar la Agenda 2030, alcanzar la paz que tanto deseamos […] y detener los daños causados por el cambio climático”. Aludir al desarrollo es reflexionar en una agenda amplia y compleja, en la que se adscribe la pobreza, la salud (con las múltiples secuelas de la pandemia como escena), con el énfasis en poner fin al hambre, la crítica al patriarcado, fomentar el empleo, la reproducción social en general, en una distancia crítica frente a la edificación de consumidores en la lógica del capital, que como ilustran Gilly y Roux (2008), destaca en ésta su carácter depredador: “En términos de vida humana el cambio puede parecer lento, pero en términos de la historia del mundo es acelerado: la tasa actual de extinción es 10 mil veces más rápida que la registrada históricamente como normal" (Gilly y Roux, 2008).

Alejandro Espinosa Yáñez (UAM)

El origen de la pandemia no está disociada de la destrucción y acoso sobre la Naturaleza, en lo que son expertas las corporaciones. Como señalaban en el conversatorio mensual (Encuentro Campaña por un Currículum Global de la Economía Social Solidaria, 3 de mayo 2022), en la cultura del capital nos enseñaron a ser principalmente consumidores, trabajando ahora por ser “prosumidores”, productores y consumidores.

Para alcanzar estos fines, el sustento es la educación de calidad, inclusiva, bajo la premisa de que otra economía es posible, rompiendo los cartabones de la escuela como establecimiento escolar de reproducción (el viejo planteo de I. Illich está presente), al aludir a la educación en “contextos formales y no formales y que estimule la crítica del actual modelo de economía depredadora y de los patrones insostenibles de producción y consumo”. El campo de la educación es el espacio a disputar, donde es posible la construcción de hegemonía, sustentada en la educación popular, el reconocimiento de los saberes originarios y la relación que establecen con la naturaleza, construyendo puentes dialógicos entre movimientos sociales, universidades, organizaciones regionales y locales. Quizá, pues exige una revisión exhaustiva, el supuesto es que el cambio sustantivo en este momento histórico no pasa por el ejercicio de las armas (en América Latina los últimos vestigios apuntan hacia las experiencias nicaragüense y salvadoreña), sí por la disputa por la construcción de sentido. Este es un aspecto central, poniendo por delante el ejercicio de las armas de la crítica (una pedagogía popular sin fronteras).

En la confrontación con las corporaciones, especializadas en el lobby mundial, se toma distancia de las malas prácticas frente a la naturaleza (los agrotóxicos, como ejemplo contundente), la explotación del hombre –manifiesta en la “pobreza material y espiritual”-, en una mirada hacia el horizonte de futuro, los avances en materia de energías renovables, rompiendo el fundamentalismo fordista de que la fortaleza de las unidades económicas reside en su tamaño, abriendo el campo a la reflexión del descrecimiento económico.

Quizá, de nuevo simplemente como supuesto, parte de la fortaleza y la debilidad al mismo tiempo de “la propuesta del Currículum Global de la Economía Social Solidaria” es de que “Muchas de esas iniciativas son reconocidas y apoyadas por la UNESCO en el contexto de la Educación para la Ciudadanía Global, como el proyecto “Global Curriculum” (2010-2012), el proyecto “World Class Teacher” (Maestro de la Clase Mundial) (2013 y 2015) desarrollado por organizaciones de siete países europeos y consultores expertos de Brasil y Benin y las acciones de los jóvenes líderes del Movimiento Scout en Europa”. ¿O acaso la UNESCO no forma parte del diseño organizacional ligado a la hegemonía del gran capital? No es denostar a la UNESCO, quizá sí y sólo sí el reconocimiento de sus vínculos, como ataduras. Sin concesiones acríticas, parte de esta complejidad es lo que discute R. Zibechi en un trabajo periodístico (La estéril ilusión del cambio por arriba, La Jornada, 3 de junio 2022).

Reconociendo las dificultades y los raspones que implica encarar al capital (por ejemplo, la construcción de un antibanco, en el que se suprime el secreto bancario, el ensayo de monedas digitales, la revaloración de monedas sociales), estos tironeos son la muestra de que “se hace camino al andar”, de la capacidad desde los movimientos sociales de empujar recursos materiales e intelectuales hacia la institucionalización de sus demandas. Visibilizar estos esfuerzos es parte de una tarea necesaria. Como se señalaba en un documento reciente sobre la IX Cumbre de las Américas, 2022: “LOS TIEMPOS en que la cooperación internacional era preocupación y tarea exclusiva de los gobiernos han quedado atrás. Hoy los actores sociales son clave en la comprensión de los problemas y en el diseño e implementación de las soluciones. Su voz, participación y empoderamiento son esenciales”. El esfuerzo del cooperativismo internacional, de todo lo que empuja a la economía social y solidaria, no pidió permiso para aparecer en la escena mundial.

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