Al Maestro Pablo González Casanova, in memoriam

Ni una letra mal gastada está presente en la obra de Pablo González Casanova (PGC). Desde mi lectura, valga un pequeño ramillete de ejemplos sencillos y profundos a la vez:

1. “Cuando un investigador trabaja al interior de una sociedad capitalista para conocer y controlar las variables del sistema sin buscar el cambio del sistema, tiene una tendencia al análisis cuantitativo idéntico a la del técnico que trabaja en la planificación socialista para el conocimiento y control de las variables del sistema socialista. Ambos poseen una perspectiva semejante y ponen énfasis en el análisis cuantitativo de la sociedad”. No es una anotación menor, técnicamente exige el conocimiento de las variables del sistema, la rigurosidad en este campo, en aras de la mantención del sistema, no de contribuir en la transformación. Insistía en esto Don Pablo, como una tarea recurrente a recordar en un mundo que exige cambios.

Y no es la obsesión de cambiar por cambiar, sino de reconocer, siguiendo los pasos de PGC, de que “La aportación más significativa del marxismo no se encuentra ni en el materialismo, ni en la dialéctica, ni en el socialismo, sino en el descubrimiento de una relación humana que consiste en que unos hombres explotan a otros”. ¿Es pertinente, para comprender la realidad actual, hablar de explotación? Desde algunas narrativas, sin desecharla, no es una categoría central, parte de lo que J-F. Bayart señala atendiendo sobre todo la discusión europea (Los estudios poscoloniales. Un carnaval académico, 2018), también presente en autores importantes en el contexto latinoamericano (p.ej. A. Quijano). Claro, hablar de explotación es aludir a las relaciones sociales, concretamente al plusvalor, aun cuando como señala PGC, que ”esta relación quepa en la órbita de las actividades económicas del hombre no es lo importante desde el punto de vista epistemológico, que a esta relación se le llame estructura y a todo lo que no es esta relación se le llame superestructura no es lo significativo”.

¿Cuál es el punto nodal y continuidad del problema? La explotación de unos hombres a otros. Lo significativo, lo importante epistemológicamente, es que la explotación existe, y explica las condiciones sociales, aunque desde ciertas perspectivas teóricas incomode. No es una preocupación en la sociología de la modernidad; por eso en este encuadre teórico el énfasis apunta a la movilidad y la globalización. En síntesis, la explotación o el imperialismo no forman parte de su corpus explicativo, lo que tiene que ver, de nuevo, con la mantención versus la transformación del sistema.

Y en la complejidad, característica del pensamiento de PGC, se puede en consecuencia aludir a la asimetría, y entender sus vínculos con “la idea de poder y dominio” en todas sus manifestaciones, lo mismo en hombres como en naciones. Por eso, y hay que leer con cuidado y atención este planteo, “Ni la igualdad, ni la libertad, ni el progreso son valores que estén más allá de la explotación, sino características o propiedades de ésta. En efecto, junto con la desigualdad, el poder y el desarrollo son parte de la unidad que forma la relación de explotación”. Sin anestesia.

2. En una diferencia con los posicionamientos del pensamiento decolonial, poscolonial, neocolonial -sin entrar, como indica Bayart, en el “carnaval académico”-, y por supuesto tomando distancia de nuevo de la sociología de la modernidad, preñada de eurocentrismo y, con este sustento, de un universalismo que borra las historias y las culturas de los países periféricos, Don Pablo insiste y documenta la categoría colonialismo interno. Se vale la crítica, pero no soslayemos que “Acostumbrados a pensar en el colonialismo como un fenómeno internacional, no hemos pensado en nuestro propio colonialismo. Acostumbrados a pensar en México como antigua colonia o como semicolonia de potencias extranjeras, y en los mexicanos en general como colonizados por los extranjeros, nuestra conciencia de ser a la vez colonizadores y colonizados no se ha desarrollado”. Todos estamos colonizados, hasta que demostremos lo contrario, parafraseando al también agudo pensador Luis Javier Garrido. Por eso la lectura dominante de la democracia remite a las élites, las minorías compactas, destacando el “concepto oligárquico de la democracia: un concepto elitista”, en el que instrumentado socialmente prima la exclusión. Volteemos a atisbar lo que ocurre en el mundo moderno, en nuestro país o fuera de fronteras. Como la explotación, el colonialismo interno existe, hay una bisagra que les articula.

Más todavía: allí donde aparece el “dominio de los nativos por el extranjero aparece la noción del dominio y la explotación de los nativos por los nativos”, lo que, subraya PGC, alude a “la capacidad explicativa de un colonialismo interno, su potencial de explicación sociológica del subdesarrollo, y de explicación práctica de los problemas de las sociedades subdesarrolladas”.

Hay cambios sociales, nuevos acontecimientos, pero en el flujo de lo histórico hay recurrencias significativas, que permanecen –con otras configuraciones, aludiendo a los tiempos, destiempos y contratiempos de S. Bagú-: eran esenciales para la explotación colonial “El racismo y la segregación racial […] de unos pueblos por otros, e influyen en toda la configuración del desarrollo y la cultura colonial: Son un freno a los procesos de aculturación, al intercambio y traspaso de técnicas avanzadas a la población dominada, a la movilidad ocupacional de los trabajadores indígenas que tienden a mantenerse en los trabajos no calificados, a la movilidad política y administrativa de los indígenas. El racismo y la discriminación corresponden a la psicología y la política típicamente coloniales”. ¿Historia pasada?

Gracias Don Pablo, por insistir durante tantos años en la construcción de herramientas para comprender la realidad. ¿Para qué? Para transformar.

(Profesor UAM)

P.S. Que avance el diálogo en la UAM, para que reabra sus puertas a los nuevos tiempos.

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