El capitalismo de la vigilancia y la inteligencia artificial (IA), fenómenos en su especificidad de orden reciente, en lo concerniente al trabajo humano deparan mudanzas y sorpresas para los mercados y procesos de trabajo. Mucha tinta ha corrido en la reflexión sobre el futuro del trabajo. La reflexión de J.Rifkin, muy sugerente, pone sobre las íes el peso de la tecnología y sus efectos en las ocupaciones, no solamente como degradación de la actividad (acompañando la saga de H. Braverman) sino, asimismo, por la desaparición de múltiples actividades (con los saberes que les acompañan). E. de la Garza criticaba a Rifkin en el entendido de que no desaparece el trabajo humano: seguirá controlándose el robot o la gran computadora por un operario o desde la labor del tecnólogo, como ejemplos.

En diferentes espacios hemos señalado que predecir el comportamiento y/o encauzar al sujeto, son parte de las tareas ordinarias desde la lógica del capital y del Estado. La vigilancia es inherente al capital. Ya desde hace casi doscientos años Marx apuntaba escenas comunes en el piso de las fábricas inglesas: “tan pronto como su capital alcanza un límite mínimo, a partir del cual comienza la verdadera producción capitalista, el patrono se exime del trabajo manual; luego, confía la función de vigilar directa y constantemente a los obreros aislados y a los grupos de obreros a una categoría especial de obreros asalariados. Lo mismo que los ejércitos militares, el ejército obrero puesto bajo el mando del mismo capital, reclama toda una serie de jefes (directores, gerentes, managers) y ofíciales (inspectores, foremen, overlookers, capataces, contramaestres), que durante el proceso de trabajo llevan el mando en nombre del capital. La labor de alta dirección y vigilancia va reduciéndose a su función específica y exclusiva”.

Pero la vigilancia y el control está presente en todas las escalas y dimensiones sociales, como es el caso de los espacios escolares: “…mismo movimiento en la organización de la enseñanza elemental: especificación de la vigilancia, e integración al nexo pedagógico […] los "observadores" deben tener en cuenta quién ha abandonado su banco, quién charla […] los "admonitores" se encargan de "llevar la cuenta de los que hablan o estudian sus lecciones […] los "visitantes" investigan, en las familias, sobre los alumnos que no han asistido algún día […] los "intendentes", vigilan a todos los demás oficiales. Tan sólo los "repetidores" desempeñan un papel pedagógico: hacen leer a los alumnos de dos en dos en voz baja” (Foucault, 2003). En fin, la vigilancia y el encauzamiento, mirando la historia larga, forman parte de la socialización humana, se subsumen en ella. Pero los rasgos de las nuevas formas de vigilancia y control, del neocapitalismo de la vigilancia nos llevan a una situación de frontera.

Otra pista es la de los avances en materia de IA. Más allá de los impactos del ChatGPT, conquistando territorios del nuevo tutorado para la realización desde documentos especializados hasta tareas escolares, y viceversa (el plagio como nuevo ídolo de la época), en una reciente publicación (S. Romero, Crean una inteligencia artificial capaz de leer la mente, Muy interesante, 06/04/2023), se señala que la “AGI o Inteligencia General Artificial es cuando una IA aprende y comprende tareas o conceptos comúnmente realizados por humanos. Adiferencia de la inteligencia artificial estrecha (ANI), que se centra en realizar tareas específicas y limitadas, la AGI busca imitar la inteligencia general y adaptable de los seres humanos; esto es, tiene la capacidad de aprender y realizar tareas en múltiples dominios, de manera similar a la inteligencia humana”. Su impacto será múltiple (repreguntamos, ¿hacia dónde va el trabajo humano?), con la posibilidad, se enuncia, de “adaptarse y aprender de manera autónoma”.

En este orden de ideas, vale traer a la memoria una reflexión, de hace más de una década, de E. Ibarra (emblemático profesor de la UAM), con base en el teórico H. Simon, en la que se combina el denominado capitalismo de la vigilancia con apuntes precoces sobre la IA: “Se trata de esa nueva libertad supervisada que no puede escapar al correo electrónico, el teléfono celular, los asistentes digitales personales, los sistemas de monitoreo a distancia o las cámaras de video desplegadas en las calles y edificios de la ciudad” (Ibarra, 2010). El objetivo, ligado a lo señalado por Romero, es especular “las maneras en las que tales sistemas recrean al hombre mismo a imagen y semejanza de los sistemas artificiales, amenazando su propia existencia”. Pero ya en un plano de especulación filosófica, vale preguntarse con Ibarra: “Simon insistió siempre, desde su radicalismo tecnológico, en que “las computadoras podrán hacer cualquier trabajo que pueda hacer un hombre” (Simon) […] Acaso lo que realmente esconde esta postura es precisamente su contrario, que “los hombres podrán hacer cualquier trabajo tal como lo hacen las computadoras” (Ibarra, 2010). Una condición humana minada, en la que prevalece –insistirá Ibarra- el homo demens sobre el homo sapiens.

(Profesor de la UAM)

PS. Sentimientos encontrados en la situación actual en la Universidad Autónoma Metropolitana: reconocimiento de las demandas y la lucha legítima de las asambleas de estudiantes en el paro, respetando los tiempos que han marcado, versus la urgencia y necesidad de abrir y comenzar actividades universitarias.

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