El pasado 17 de mayo, el Gobierno de México realizó la Petición de perdón por los agravios a la comunidad china radicada en México, a 110 años del genocidio de chinos en Torreón, Coahuila. Se trata de un acto sin precedentes en la vida nacional, que reconoce y reivindica la importancia de la comunidad china en nuestro país y el papel que ha desempeñado en el desarrollo económico y cultural en nuestra sociedad.

La presencia de la comunidad china en México se estima que comenzó con el siglo XIX, cobrando auge desde el año 1900, a partir de las leyes de restricción que impuso Estados Unidos a los chinos en 1882, aunque las relaciones comerciales con China y nuestro país datan de muchos años atrás, de la que es fiel testigo la Nao de China en el siglo XVI.

La mayor parte de los inmigrantes chinos se incorporaron a las labores en la industria minera, en las grandes haciendas y en la construcción de las vías férreas; asumiendo además oficios asociados a la cocina, la panadería, zapatería y lavandería. Al tiempo que incipientes empresarios chinos invirtieron en el desarrollo local y regional del país.

Las campañas de estigmatización de la comunidad china, en México y otros lugares del orbe, los señalaban como una “raza inferior”, que “contaminaban la salud pública”, que eran sucios (“chino cochino”), “sumisos y mezquinos en aspiraciones” o “que suplantaban a las mexicanas en algunas de sus labores naturales” como lo señala Julián Herbert en su libro La casa del dolor ajeno. Todos estos dichos lograron sembrar en nuestra sociedad un odio irracional hacia las personas de origen asiático, basado en prejuicios xenófobos.

De lo que no quedaron exentos las corrientes liberales dentro de la Revolución Mexicana, donde, por ejemplo, el Plan del Partido Liberal Mexicano estableció: “La prohibición de la inmigración china es, ante todo, una medida de protección a los trabajadores de otras nacionalidades, principalmente a los mexicanos. El chino, dispuesto por lo general a trabajar con el más bajo salario, sumiso, mezquino en aspiraciones, es un gran obstáculo para la prosperidad de otros trabajadores”.

Este discurso de odio racial volvió a la comunidad asiática vulnerable a las vejaciones y saqueos por partes de todos los grupos armados del periodo revolucionario, los cuales, al pasar por lugares habitados por los jornaleros o comerciantes chinos, no dudaban en abusar de éstos, aprovechando que no se defendían de estas acciones, pues a la menor resistencia eran asesinados.

La intolerancia y racismo se exacerbaron durante la lucha armada, en especial en regiones como La Laguna donde residía una prospera comunidad china, hasta desencadenar los lamentables hechos ocurridos en Torreón, Coahuila en 1911, donde los días 13, 14 y 15 de mayo causaron la muerte de al menos 303 personas de origen chino y de 5 japoneses.

Los detalles de cómo inició este suceso ominoso en nuestra historia, nunca fueron del todo esclarecidos, más ha quedado plenamente esclarecido que una vez que inició la toma de Torreón, los ataques a quienes se identificó como chinos no cesaron durante tres días, incluyendo acciones tan atroces como el ataque al Banco Wah Yick, del que ninguno de sus ocupantes salió vivo, lo que marcó en nuestro país, una huella indeleble de vejaciones y asesinatos a la comunidad asiática, con la tolerancia gubernamental.

Tras el genocidio en Torreón. en los años posteriores se instauraron en algunos estados como Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Durango y Zacatecas comités antichinos para evitar que pudieran integrarse a la economía y a la vida social. Los chinos fueron segregados y se impusieron restricciones en torno al trabajo, inversión económica y la vida personal. Se les prohibió, por ejemplo, que una persona de origen chino se pudiera casar con una persona mexicana, hechos que, si bien en su mayoría fueron ejecutados en el ámbito local o estatal, estuvieron cobijados por los gobiernos de Obregón y Obregón.

La xenofobia, el racismo y la discriminación laceran la riqueza que brinda la diversidad cultural del mundo. Afrontar la dolorosa verdad de los actos racistas del pasado contribuye a combatir el odio, la estigmatización y el prejuicio racista que, en su momento, precipitó este acto ominoso.

Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración

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