Todo el mundo espera que finalice la guerra en Ucrania, por su gran cantidad de muertos, 7 millones de desplazados internos y millón y medio fugados al extranjero, la enorme destrucción de su infraestructura urbana, energética, de comunicaciones y transportes, así como el deterioro profundo de sus capacidades productivas, al igual que las restricciones impuestas a disidentes del gobierno (prohibición de formar partidos). Pocos advierten que la posguerra puede ser más devastadora y a plazo muy largo, bajo los “misiles” del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros organismos internacionales.

¿Cómo planea el gran capital trasnacional la reconstrucción de Ucrania, cuyos daños llegan a más de 400 mil millones de dólares (dos y media veces el PIB de Ucrania), pero eso sin incluir la destrucción de la presa “Nueva Kafokva” ni los costos de la reciente “contraofensiva” de Volodomir Zelensky? Básicamente, promoviendo una reconstrucción conducida por el capital. La ganancia privada de Occidente es el fruto más esperado tras la guerra. Atrás quedaron las pretensiones de usar las reservas rusas de divisas para pagar la reconstrucción de Ucrania, hoy prevalecen las voces desde Bruselas y el Departamento del Tesoro de EU, que advierten sobre la ilegalidad y el peligro de usar esos fondos.

Recurriendo a los controles del FMI, el Banco Mundial y sus políticas, los “salvadores” de Ucrania buscarán convertirla en una “gran zona económica especial”, esto es, una zona libre de sindicatos, de contrataciones colectivas, con instituciones de bienestar desmanteladas, sin regulaciones restrictivas, sin impuestos especiales, sin incómodas pensiones, con seguros para las inversiones privadas, sin protecciones arancelarias, con privatización de grandes empresas y asegurando compras de armas a las empresas manufactureras norteamericanas. (Ucranian Recovery Conference, London, 21/06/2023)

Bajo el disfraz de un “Fondo de Desarrollo de Ucrania”, estarán en su centro, controlándolo, dos gigantes financieros privados, Blackrock y JP Morgan, con la función de apuntalar los proyectos rentables ofreciendo llenar las brechas financieras que eventualmente se presenten en cinco sectores claves: reconstrucción de infraestructura, tecnología, logística y corredores de transporte, energías alternativas, recursos naturales, digitalización, agricultura y alimentos, salud, y productos farmacéuticos. Se prevé enorme presión sobre las tierras de los pequeños granjeros ucranianos, pues las grandes trasnacionales de alimentos quieren apropiarse de sus terrenos fértiles, altamente productivos y cercanos al gran mercado europeo. (Michael Roberts Blog, 24/06/2023)

Habrá otro cambio muy importante, los recursos occidentales que lleguen no serán donaciones, sino recursos bajo la forma de préstamos “subsidiados y condicionados”. ¿Qué significa esto? Que serán préstamos con intereses más bajos que los de mercado, pero condicionados a ciertos prerrequisitos políticos, es decir, que el dinero y los subsidios no se soltarán sin compromisos específicos previos.

Pareciera que falló el cálculo ruso de eliminar el fascismo de Ucrania, pues quiere regresar vestido de gala, convirtiendo la derrota militar en victoria económica del capital privado a costa de los trabajadores ucranianos, usando la imagen de un país que emergerá ultramoderno, justo para alimentar una nueva “guerra fría”.

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