Las agresiones genocidas contra los palestinos han cobrado al sionismo una factura política altísima:  el quiebre de la identidad que habían históricamente construido entre Sionismo-Israel-Estado-Judaismo.

De 1917 a 1948, Inglaterra se comprometió a establecer un “hogar nacional” para los judíos y escogió Palestina. En 1922, sólo 11% de la población era judía en Palestina; en 1931 subió a 17%, en 1939 ya eran casi 30%. Los años treinta fueron claves por la Gran Depresión y el ascenso del nazismo.

Instrumento colonialista, el Sionismo es un movimiento ideológico etno-nacionalista, elitista, que recurrió a la noción de pueblo “escogido” de Dios y la de Israel como su asiento histórico en Palestina, para medrar desde la cuna de las tres grandes religiones monoteístas. Comenzó colectando dinero de judíos ricos para, mediante una limpieza étnica de Palestina, proyectarse con fuerza militar en todo Medio Oriente, atizando diferencias etno-religiosas en territorios ricos en petróleo y gas.

A plena luz, ya con el apoyo de EU, los sionistas instalaron un “apartheid”: una discriminación sistemática suprimiéndoles derechos humanos, sociales y políticos a los palestinos, no dejándolos viajar, pasar libremente de una ciudad a otra, destruyendo sus casas si las construían sin permiso, estableciendo áreas sólo para judíos en Cisjordania.

Las acciones paramilitares sorpresivas de Hamas el 7 de octubre de 2023 sobre civiles en Israel, reactivaron los cuatro elementos básicos de la narrativa sionista reciente: son terroristas palestinos versus pobladores israelíes pacíficos y democráticos; la victimización, para alegar derecho a la “autodefensa” de Israel. El castigo colectivo a los palestinos de Gaza, merecido porque apoyan o simpatizan política o militarmente con Hamas. Israel, cumple designios con raíz milenaria.

Hoy, los bombardeos a civiles en Gaza, son repudiados por millones de personas en más de 300 grandes ciudades del mundo; en Israel, EU y otros lugares, los repudian miles de judíos con clave propia y sencilla: “no en mi nombre”. Esto es un cambio político de largo plazo.

A los sionistas los ha desnudado su propia brutalidad, prepotencia y cinismo. Netanyahu expuso en la ONU apenas en septiembre pasado, un mapa del “Gran Israel”, ya sin palestinos. Sorpresivamente, hoy debe contar que, para muchos, Israel ya no representa más a todo el pueblo judío y repudiarlo abiertamente no es “anti-semita”.

La dureza histórica sionista, ahora se funda también en que Gaza se ha vuelto objetivo económico, político y militar para Israel, pues concentra miles de desplazados que, al lado de otros, tarde o temprano cambiarían el perfil demográfico de la zona, por eso el bombardeo sobre mujeres y niños; pero además, porque hay un yacimiento de gas frente a las costas de Gaza (el Leviathan), que daría autonomía energética a Israel y hasta permitiría vender excedentes a Egipto y Europa.

Buscando negociar con Arabia Saudita su aspiración del “Gran Israel”, los sionistas apostaron a que quedaran en el olvido los palestinos y sus genocidas. Y ocurrió todo lo contrario: el desafío a la opinión pública, nos recordó a todos que los palestinos son un eje crucial para la paz mundial, amenazada por la ambición energética de EU e Israel.

Hoy el repudio es masivo y global, enérgico, exigiendo: cese al fuego, alto al genocidio, paz duradera, rendición de cuentas a los perpetradores.

Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM e integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social, CACEPS,

Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM e integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social, CACEPS,

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