Yellowjackets (2021) es una serie con ambiciones tan altas que no debería funcionar. Estamos frente a una mezcla de géneros que parece imposible de conciliar sin antes estrellarse a medio camino. La serie combina drama familiar, coming-of-age, terror, gore, survival horror, crimen, y algo de humor negro. Su gran mérito es justo ese, lograr que la mezcla se sostenga de pie la mayor parte del tiempo, generando altas expectativas que logran el objetivo primordial de sus creadores: que de inmediato quieras ver el capítulo siguiente.

Original de la cadena Showtime -que se puede ver en México en la plataforma de Paramount +- Yellowjackets es creada por Ashley Lyle y Bart Nickerson, guionistas de las series Narcos (2017) y Narcos México (2018-2020) para Netflix.

El título se refiere al equipo de fútbol soccer de una high school gringa. Situada en el año 1996, las Yellowjackets han ganado varios partidos y viajan en avión rumbo a las finales del torneo nacional, pero la aeronave pierde altitud y se estrella en medio de algún paraje boscoso en medio de montañas.

Al tiempo qué vemos cómo este grupo (compuesto en su mayoría por mujeres) se las arregla para sobrevivir, brincamos hacia el presente (mediante cortes directos), donde conocemos a las ahora mujeres que sobrevivieron al accidente y cuya traumática experiencia las sigue perturbando, ya que recientemente han recibido misteriosas postales de alguien que amenaza con decir la verdad sobre lo que pasó en el bosque.

La serie narra en paralelo el horror que viven las adolescentes en su intento de sobrevivir en medio de la nada, a la vez que se despliega el misterio que sobre esos días guardan como adultas, haciendo evidente que la experiencia las dejó algo más que traumadas.

Así, cada personaje es interpretado por una dupla de actrices para su versión adolescente y su versión adulta. La protagonista de la historia es Shauna (Sophie Nélisse/Melanie Lynskey), quien da la impresión de ser la más tranquila del grupo pero que incluso antes de subirse al avión ya guarda un secreto bastante oscuro. Como adulta, Shauna parece tener la vida soñada: casada con su novio de la prepa, viviendo en un suburbio y con una hija adolescente, poco a poco será notorio (y Melanie Lynskey lo proyecta a la perfección) que este personaje tiene un lado B bastante tétrico.

Después tenemos a Natalie (Sophie Thatcher/Juliette Lewis), la punk rebelde del grupo cuyos traumas claramente permearon a su vida adulta ya que ahora es una ex drogadicta. Taissa (Jasmin Savoy Brown/Tawny Cypress/) en apariencia es quien mejor ha superado el trauma: está casada con otra mujer, tienen un hijo pequeño y es candidata al senado. De todas es la que más tendría que perder en caso de que se supieran sus secretos.

Al final tenemos a la mejor, Misty, la clásica chica nerd y medio metiche (Sammi Han) que no es popular pero que se junta con los populares como para ver si le hacen caso. Su versión adulta es interpretada por Cristina Ricci y en definitiva es el personaje más perturbador de la serie.

La serie navega con relativa soltura entre un puñado de géneros y cambia de ellos a discreción. Por momentos es El Señor de las Moscas (Hook, 1990), Supervivientes de los Andes (Cardona, 1976), Heathers (Lehmann, 1988), Lost (2004), y hasta coquetea con Breaking Bad (2008).

El cambio constante de género y de tono provoca momentos muy logrados pero también otros no tan afortunados. En no pocas ocasiones, el Deus Ex Machina se hace presente ayudando a las sobrevivientes con una cabañita que aparece por ahí, un rifle con balas que nunca se agotan, animales que llegan casi a morir a la puerta de la cabaña, y demás situaciones que merman en la credibilidad.

A pesar de que estos adolescentes están en medio de la nada y sin comida, las hormonas siguen siendo hormonas, lo que da pie a que surjan romances que se desarrollan en el peor escenario posible. Otro punto donde el guión estira demasiado la liga y es que vamos: ¿alguien tendría cerebro para en medio de la tragedia organizar una especie de baile de graduación con todo y vestidos bonitos y adornos florales? Bueno, eso pasa en alguno de los episodios.

El soundtrack se vuelve un personaje en sí mismo, lleno de éxitos noventeros que en ocasiones son por demás atinados y en otros son una salida facilona para provocar sensaciones que no están en la pantalla pero si en la memoria que esas canciones provocan. Por su parte, la cámara no es particularmente interesante, si acaso es rigurosa en mantener la ilusión del cambio de época, mediante tonos de colores diferentes.

Yellowjackets es un avión que despega impresionante, luego parece que se va a estrellar y al final recupera algo de altura. A lo largo de muchos de sus episodios uno siente que hace falta más delirio (como bien lo promete el pequeño prólogo con el que comienza la serie). Afortunadamente si llegamos a ese lugar donde la locura se apodera (aunque sea por momentos) del relato, los cadáveres se apilan y la razón sale por la ventana.

Pero a pesar de sus virtudes, todas ellas en el terreno de la estructura y el cambio constante de tono y género, se trata de un divertimento puro aunque sin sustancia. Es la típica serie que se preocupa más por crear expectativa que por decir algo. El subtexto es mínimo, se trata de una serie que en realidad no trata de nada, pero que nos convoca porque queremos resolver el gran misterio que encierran estas cuatro mujeres.

El relato pedía a gritos ser una miniserie, pero el éxito va de la mano con la concatenación infinita: Yellowjackets ya tiene luz verde para una segunda temporada y casi seguro (por que así lo dice el algoritmo) llegará a una tercera. O sea, nos van a marear durante 20 episodios más para finalmente saber qué bocado fue el que salvó a estas mujeres de la inanición absoluta.

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