En The Woman in the Window (Estados Unidos, 2021), conocemos a Anna (Amy Adams), una mujer que vive sola, padece de episodios de ansiedad, y como no puede salir a la calle (tiene agorafobia), se la pasa todo el día viendo películas en la televisión acompañada de su gato.

Si este escenario le remite a nuestra propia vida en los últimos 14 meses que llevamos de pandemia, déjeme decirle que es pura coincidencia. Y es que este, el séptimo largometraje del cineasta Joe Wright (Atonement, Pride and Prejudice, The Darkest Hours) ha sido una de las películas más golpeadas por esta pandemia e incluso antes.

Originalmente planeada para un estreno global en 2019, la película se retrasó, primero, por la compra de 20th Century Fox por parte de Disney. De hecho, esta debe ser una de las últimas (si no es que la última) en tener como entrada la clásica fanfarria de la FOX.

Luego vino la pandemia y la película quedó a la deriva, siendo comprada finalmente por Netflix, quien la estrena en su plataforma este fin de semana.

Y si, es mala señal que empiece enunciando las circunstancias de la cinta y no de la película misma. No hay misterio: este filme tenía todo para ganar, pero el resultado es profundamente decepcionante.

La historia -que evidentemente abreva del clásico de Hitchcock, Rear Window (1954)- nos muestra que la pobre Anna, medicada, encerrada, deprimida y separada de su marido (que además se llevó a su única hija) vive enfrente de un edificio cuyos habitantes (afortunadamente para la trama) no saben qué son las cortinas.

Así, los nuevos vecinos de enfrente, los Russell, le causan curiosidad a Ana. El hijo adolescente le lleva un postre para saludarla, mientras que la señora Russell (cameo extendido de Julieanne Moore) se apersona en pleno Halloween. Luego de una amena plática entre mujeres, la señora Russell se va y al día siguiente Anna, ya convertida en chismosa profesional con todo y telefoto listo para espiar (saludos, Jimmy Stewart), observa desde su ventana cómo es que el señor Russell (Gary Oldman) acuchilla a su esposa.

Anna enloquece. Llama a la policía, denuncia al marido quien, ante el escándalo, niega todo e incluso presenta frente a los detectives a su esposa, Jane Russel, vivita y coleando. La cosa es que esta Jane Russell no se parece a Julianne Moore, sino que más bien es Jennifer Jason Leigh.

Alguien miente, y todo parece indicar que es Anna, ¿o quién podría creerle a esta mujer claramente perturbada, medicada, agorafóbica y que además es bien chismosa?

Basada en un bestseller de aeropuerto escrito por A.J. Finn, la película cuenta con un star power impresionante: los ya mencionados Julianne Moore, Jennifer Jason Leigh, Gary Oldman, Danny Elfman en la música y el gran cinefotógrafo Bruno Delbonnel (Amelie, Inside Llewyn Davis) tras la lente.

Por supuesto, Amy Adams es lo mejor de la película, con una actuación intensa, comprometida y que en todo momento busca elevar un filme donde abundan los traspiés narrativos. Y es que por más esfuerzos que hace la señora Adams, Joe Wright no parece confiar nunca en la capacidad interpretativa de su protagónico e insiste en mostrar pasajes casi animados (sangre que literalmente salpica la pantalla, nieve que cae justo en nuestros ojos, etc) para transmitir la desazón mental de su personaje.

Y es extraño porque justo Wright no será un gran cineasta pero en su carrera ha sabido manufacturar momentos memorables en sus películas, de los cuales no hay uno solo en esta última cinta.

Lo peor viene al final, cuando en el esperado giro de tuerca, la película se convierte en cinta de terror slasher, con todo y monstruo que persigue -cuchillo en mano- a la protagonista.

La obviedad estalla en la pantalla: ¿qué caso tiene ver esta cinta cuando ahí tenemos la Rear Window original?

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