Por: Alejandro Alemán.

Vivir de la pólvora, vivir en el peligro, vivir para el éxtasis momentáneo de las luces, las explosiones, y el sinsentido.

En Brimstone & Glory (Pólvora y Gloria, por su nombre en español), el director alemán Viktor Jakovleski ofrece una íntima crónica sobre la vida en San Juan Tultepec, lugar donde la pirotecnia es modus vivendi, motivo de orgullo, identidad, y en algunos casos, sentencia de muerte.

San Juan Tultepec suele ser conocido por las veces que ha llegado a las ocho columnas: aquella terrible explosión y después incendio en octubre de 2016, donde perdieron la vida 42 personas y decenas resultaron heridas.

La cámara de Jakovleski -siempre etérea, que nunca sabe estar fija- no hace referencia a esos terribles accidentes, pero por ningún motivo elude el pathos de muerte con el que viven todos los habitantes del pueblo.

Todos están conscientes del peligro latente en el que viven. “Es el día a día”. Lo sabe el niño que es animado por su padre a dedicarse al negocio familiar (“no quiero porque si me equivoco sé que puede haber un accidente”), lo sabe también aquel anciano que, a pesar de haber perdido una mano, sigue trabajando en la preparación de explosivos. Lo sabe también la señora que se lamenta por la pérdida de un hijo en un accidente, que no quisiera que su nieto se dedicara a esto, pero que mientras lo dice, sigue preparando cohetes porque “es lo que sabemos hacer”.

La vida del pueblo está marcada por las celebraciones a su santo patrono, San Juan, famoso por haber rescatado a los atrapados en un incendio y salir sin ninguna quemadura. En su honor se realiza un concurso de castillos y la famosa noche de los toritos.

Con el ritmo constante de la música compuesta por Dan Romer y Benh Zeitlin, el director nos muestra la segunda cara del pueblo: la pulsión creativa, la fascinación de los artesanos por la construcción de esas monumentales estructuras, cargadas de fuegos artificiales y que en las noches iluminarán el horizonte con luces multicolores.

El compromiso con el arte es absoluto. Literalmente no hay red de protección: estos hombres trepan a mano limpia las enormes estructuras llenas de explosivos, lo hacen sin protección alguna, luchan contra las inclemencias del clima que parece querer derribarlas e incluso tienen que apagarlas cuando alguna de ellas se enciende antes de tiempo.

La misma entrega, la misma pulsión de muerte y creación está presente en la construcción de los famosos toritos: enormes artesanías que simulan a un toro gigante, creado la más de las veces con cartón y papel, decoradas, iluminadas, y cuya función es corretear a la gente por entre las calles del pueblo, explotando cientos de luces y fuegos fatuos a su alrededor.

Con apenas una hora de duración, el momento cumbre de Pólvora y Gloria llega con la celebración de los toros, momento en que el pueblo entero se vuelca en las calles a perseguir al toro, a seguir la luz, a entregarse a un éxtasis catártico, tan peligroso como liberador, tan alucinante como caótico.

Los heridos se cuentan por montones, quemados, fracturados, heridos que son atendidos de inmediato por un equipo médico listo para paliar los excesos de la fiesta.

Pero es justo aquí, donde el director muestra su mayor destreza, una larga secuencia donde ya no es necesaria una voz en off que explique nada, todo lo entrega a la imagen y la música, las explosiones, el color que todo lo inunda, los gritos de hombres y mujeres que corren hacia el fuego, una danza alucinante donde por un momento, por un instante, el pueblo completo le arrebata al fuego un instante de alegría a cambio de las muchas tragedias que ha provocado.

A base de música, edición e imagen -a base de cine puro, pues- Jakovleski no sólo hace el registro de la festividad de un pueblo, sino que logra arrebatar la experiencia sensorial para proyectarla en la pantalla y en el camino generar empatía con toda la gente de San Juan Tultepec.

Acaso ese sería el mayor logro de este documental: ahora ya no vemos a los habitantes del pueblo con los mismos ojos, San Juan ha dejado de ser en una nota trágica, para convertirse en una festividad llena de luces, de caos, de éxtasis y fuego.

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