Después de ver Pamela Anderson: A Love Story (USA, 2023) -el documental dirigido por Ryan White sobre la carrera de la actriz y modelo- queda claro que la constante en la vida de Pamela fue el abuso.

Violada en su infancia y en su adolescencia, engañada por su primer novio y además viviendo con un padre alcohólico, la vida de la pequeña y desaliñada Pamela -incómoda con su cuerpo y vestida casi siempre como un “Tom Boy”- no presagiaba un futuro más allá de la isla donde vivía con sus padres (en Ladysmith, Canadá).

Pero el destino es caprichoso y solo bastó un juego de Fútbol Americano, una playera que se le ceñía al cuerpo de forma perfecta y una cámara que entre la multitud descubrió a la jovencísima Pamela. Así inició la carrera de esta chica de apenas veinte años que se convirtió en un fenómeno publicitario. Después vendría la llamada de Hugh Hefner a lo que Pamela no lo dudó dos veces: salió por primera vez de la isla (y de Canadá) para ir y revolucionar con su candor y su figura a Playboy.

Pero contrario a lo que muchos pudieran pensar, aquellas sesiones (que no fueron pocas) con Playboy no representan otra forma de abuso, al contrario, para Pamela fue un acto liberador luego de todo lo sufrido, luego de las dudas sobre su cuerpo, luego de los hombres que la engañaron. Posar sensual y sexual, como lo era ella, la reconcilió consigo misma y con su cuerpo.

Con una estructura por demás convencional y bajo la funcional dirección de Ryan White, Pamela Anderson: A Love Story es la exploración del pasado de la modelo bajo su propia voz, todo a partir de cientos de diarios escritos a lo largo de su vida, una reciente entrevista a cuadro, así como innumerable material de stock filmado en su mayoría por la propia artista o por algunos de sus también innumerables esposos.

Sin maquillaje, sin grandes escotes, bajo una túnica que deja todo a la imaginación y con 55 años a cuestas, Pamela se muestra tal cual es, sin ocultar los errores, pero tampoco sin negar su coraje. Y es que, como todos saben, fue a ella y a su esposo, Tommy Lee, a quienes les tocó vivir la revolución del internet de la peor manera posible.

El abuso del que hablaba al principio se volvió colectivo cuando el ultra famoso video íntimo de la pareja fue robado de una bóveda y puesto a la venta sin autorización alguna, primero en copias en formato VHS que se vendían en la calle (afuera del mítico Tower Records) y después por internet.

Es así como Anderson es convertida por los medios en una caricatura. Principalmente crueles son los conductores de talk shows que sólo le preguntan sobre su cuerpo, sobre sus operaciones, sobre su intimidad, acompañado casi siempre con una risita sarcástica.

Colectivamente el mundo trató a Pamela como una prostituta, alguien que no merecía respeto a su intimidad por el hecho de haber posado durante tantos años para Playboy o por mostrarse durante tantas horas por televisión corriendo en un revelador traje de baño rojo, en la ultrafamosa serie televisiva Baywatch, aquella que la catapultó definitivamente a la fama y la sepultó en el encasillamiento (es apenas ahora, a sus 55 que obtuvo un papel el Broadway, en un nuevo montaje de Chicago).

Pamela está enojada, y este documental es prueba de ello, no sólo por lo sucedido sino por lo que sigue sucediendo: la serie “Pam & Tommy” donde se narra (de manera por demás efectiva) el no muy conocido episodio del robo de la cinta sexual y su posterior comercialización mundial mediante internet. Pamela ha insultado a los productores de aquella serie, enojada tal vez porque no le pagaron un centavo (igualito que con la infame cinta sexual).

Pero la modelo claramente no ha visto la serie, a la cual poco se le puede reprochar toda vez que no niega la condición de víctima de Pamela. En todo caso, tanto el documental como la serie no dejan de señalar el trato mezquino hacia Anderson, así como la falsa moral con la que fue condenada y a la vez explotada.

El peor verdugo de Pamela no fue su cuerpo, ni Hefner, ni las fotos de Playboy, sino ella misma: en el documental hace recuento de la cantidad de veces que se casó, “estando enamorada”. Una pasarela de individuos por demás impresentables (casi todos variantes de Tommy Lee), eso sin tomar en cuenta a aquellos que la golpearon.

“No soy mala, así me dibujaron” decía la también sexy Jessica Rabbit en Who Framed Roger Rabbit (Zemeckis, 1988). Algo similar grita Pamela en su documental. “No soy una damisela en peligro, pero los hombres se enojan si no eres lo que ellos creen sobre ti”.

A Pamela se le juzgó y se le trató como una rubia tonta solo por el hecho de ejercer a plenitud su sexualidad. El mundo no entendió (y probablemente sigue sin entender) que si una mujer decide posar desnuda no es una invitación a nada. A Pamela se le negó la patria potestad de su propia sexualidad, al grado que ella misma se creyó el cuento aceptando papeles menores, caricaturizados, vulgares, que siempre explotaron su cuerpo.

Este documental es la primera vez que Pamela Anderson se muestra tal cual es, con sus vicios, sus taras, sus errores. La primera vez que se desnuda sin quitarse una sola pieza de ropa.

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Pamela Anderson: A Love Story se puede ver en Netflix

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