“Cuando la vida te da limones, haz limonada”. Este proverbial frase, muy popular en los Estados Unidos, invita a ser optimista ante las situaciones adversas de la vida, sacando lo mejor posible de ellas. Pero, ¿qué de bueno puede salir cuando eres perseguido por el estado, acosado por la policía, señalado como ilegal, discriminado por tu país de origen y hasta acosado sexualmente por una autoridad?

Lo anterior es justo lo que le sucede a Mara (Mălina Manovici), mujer de 30 años que llega de Rumania a Estados Unidos para trabajar como enfermera y que ahora busca la anhelada green card luego de casarse con uno de los pacientes que solía cuidar.

El plan, que pareciera no tener nada de complicado, poco a poco se torna tétrico cuando el oficial de migración que lleva su caso comienza a hacer preguntas demasiado personales hasta que viene la amenaza de no autorizar la visa a menos que Mara ceda a ciertas peticiones del oficial migratorio.

Fincada más en las conversaciones que en las imágenes, Limonade remite de inmediato al cine más popular de Rumania: el de Cristian Mungiu y Cristi Puiu donde sus protagonistas siempre son personajes que se enfrentan a la estulticia de un estado que con sus leyes (xenófobas, misóginas y/o anacrónicas) oprime a una o varias minorías, ya sea criminalizando a la mujer por cometer aborto (4 Meses, 3 Semanas, 2 Días, Mungiu, 2007), dejando en la calle a los ancianos por ser viejos, pobres y enfermos (La muerte del señor Lazarescu, Cristi Puiu, 2005), o sobajando y humillando a los migrantes por el simple hecho de no haber nacido en los Estados Unidos.

Así, es clara la influencia de Cristian Mungiu en esta ópera prima de su colega y paisana Ioana Uricaru. Y no sólo porque el mismo Mungiu funge como productor en esta cinta, sino por el tono de la cinta, donde todo el aparato del estado parece conspirar contra la pobre Mara, ya sea en forma de policías que la acusan de ser mala madre o del oficial de migración ya mencionado. En contraste, el guión de la propia Tatiana Ionascu junto con Ioana Uricaru, hace énfasis en la solidaridad del pueblo norteamericano con los migrantes y el apoyo de otros que, como Mara, lucharon en su momento por la famosa green card.

Dolorosamente actual dado el racismo y xenofobia rampante en Estados Unidos, Limonada apela finalmente al optimismo de la frase que inspira el título, pero es sólo hasta ése momento en que la directora le da un respiro a su sufrida protagonista, quien para entonces ya ha entendido los modos de la Norteamérica xenófoba y está dispuesta a luchar por su propio sueño norteamericano.

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