El pasado día lunes 9 de agosto, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático presentó su más reciente informe, y las conclusiones a las que llega no son nada alentadoras.

Este grupo de expertos afirma que la actividad humana ha cambiado el clima del planeta en formas jamás antes vistas, y sus efectos ya son hoy día irreversibles. Dentro de las siguientes dos décadas la temperatura del planeta aumentará, irremediablemente, 1.5 grados, destrozando toda ambición de controlar el daño al planeta.

Y aunque el mismo informe indica que solo reducciones rápidas y drásticas de los gases de efecto invernadero podrían revertir la degradación climática, no se trata de una llamada de atención, sino más bien de la confirmación del peor escenario, aquel del cual muchos activistas en su momento alertaron, como es el caso de Greta Thunberg.

Presentado el año pasado en el festival de Venecia (en plena pandemia de COVID-19) y disponible en la plataforma de Disney Plus, I Am Greta es un seguimiento íntimo a Greta Thunberg y su movimiento para concientizar respecto al cambio climático.

La ópera prima del sueco Natan Grossman inicia en Estocolmo, Suecia, hace exactamente tres años, cuando en el mes de agosto de 2018 una pequeña y solitaria niña llamada Greta Thunberg, decide hacer una huelga por el cambio climático sentándose todos los días frente al parlamento sueco hasta el día de las elecciones, en septiembre del mismo año.

¿Sus demandas? Que el gobierno se comprometa a bajar las emisiones de carbono y haga efectivo los llamados Acuerdos de París sobre el cambio climático.

La protesta parece un esfuerzo inútil, por días la niña de tan solo 15 años se la pasa inmóvil, sentada en el mismo lugar, sin que nadie se acerque o pregunte por su protesta. Una mujer mayor le dice que debería ir a la escuela a lo que Greta le contesta en tono amargo: ¿qué caso tiene ir a la escuela si ya no hay futuro?

Greta escuchó del cambio climático desde 2011 y a causa de ello entró en depresión. A los 11 años le diagnosticaron Asperger, desorden obsesivo compulsivo y mutismo selectivo. Bajó de peso y dejó de hablar con todos excepto con su padre. No obstante, ella dice que el Asperger le ayudó a ver más allá del ruido mediático y por lo tanto a ser más consciente del gran problema que implica el cambio climático.

Poco a poco más gente se detiene a verla, algunos periodistas de televisión la entrevistan y las redes sociales comienzan a operar. Así, la protesta que empezó con una preadolescente solitaria en la calle, se convirtió en un movimiento de miles de jóvenes que han tomado las calles, no solo en Suecia sino en muchas partes del mundo, alertando y exigiendo acciones para frenar el cambio climático.

I Am Greta es un retrato íntimo sobre la joven activista. El director mantiene un lugar privilegiado documentando el “fenómeno Greta” no solo en las calles sino también dentro de su casa, haciéndonos testigos de su interacción con sus padres, principalmente con su papá, con quien más contacto tiene.

Así, el documental tira por la borda muchas de las rumores que en su momento se dijeron: que si estaba manipulada por los padres, que si era un truco publicitario, que si alguien más le escribía los discursos, o que si era falso que era vegetariana y que no usaba aviones para así no contribuir con más emisiones al calentamiento global.

El documental es también el registro del coraje de la niña, que mientras más tribunas alcanza, más decepcionada se siente. Y es que el fenómeno mediático, tan útil para esparcir el mensaje, no parece ser tan efectivo para generar acción. Greta rápidamente entiende que a pesar de que es invitada por gobiernos y demás organizaciones como la ONU misma, lo hacen más para lavarse la cara y tomarse la foto que para tomar acción.

El primer gobernante mundial en recibirla es Macron, y a él le advierte que su movimiento se convertirá en un “pain in the ass” si es que los gobiernos no hacen nada. Y al parecer lo es. Se vuelve tan incómoda que los peores líderes mundiales, como lo son Bolsonaro en Brasil, Putin en Rusia y Trump en Estados Unidos no la bajan de pobre niña loca y deprimida.

Es en ese escenario que sucede la famosa reunión en la sede de la ONU en Nueva York con prácticamente todos los líderes mundiales, y es ahí donde pronuncia su discurso más duro y a la vez conmovedor: “Yo no debería estar aquí, yo debería estar en la escuela, al otro lado del océano, y no obstante, todos ustedes voltean hacia nosotros, los jóvenes, en busca de esperanza. ¿Cómo se atreven? Ustedes se han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías. [...] Estamos en el inicio de una extinción masiva y lo único de lo que hablan es de dinero y cuentos de hadas sobre crecimiento económico perpetuo. ¿Cómo se atreven?”

Es septiembre de 2019. A casi dos años de aquel discurso, los científicos dan la razón a Greta. Lo malo es que ya no hay nada qué hacer sino trabajar en que esto no empeore más. Cual la Casandra de la mitología griega, las advertencias de Greta fueron verdad, y nadie quiso escucharlas.

Útil como recuento histórico, I Am Greta tiene al menos un serio problema como documental: se trata de una película no sobre el problema, sino sobre la activista. Un registro desde la admiración, una selfie (de esas que tanto se queja Greta), que no sirve para hacer conciencia sobre el problema sino para admirar más (lo cual no tiene nada de malo, pero tampoco sirve para nada) a la niña solitaria que empezó una revolución sola, en una plaza y con un pedazo de cartón.

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