En algún momento de Diego Maradona, el tercer documental del director inglés Asif Kapadia, la voz en off del entrenador del 10, Fernando Signorini, declara lo que será el eje central de esta película: hay dos personas atrapadas en la figura del legendario futbolista. El primero, Diego, es un ser afable, inseguro, preocupado por su familia. El segundo es Maradona, el personaje inventado por Diego para poder sobrevivir a la jungla del fútbol.

Así, Maradona es arrogante, excesivo, imprudente, mientras que Diego es la cara opuesta. Jekyll y Hyde jugando al fútbol. Al final, Signorini es lapidario: “con Diego iría hasta el fin del mundo, pero con Maradona, no saldría a ningún lado”.

Conservando el depurado estilo de sus anteriores documentales (sin caras parlantes, con muchos documentos inéditos y la voz de Maradona en off contando su propia historia), Diego Maradona es un documental que explora la dualidad indivisible del ídolo. Porque ahí está Diego, el grande en la cancha, aquel que dice dejar la vida en cada partido, que jugaba porque sabía que el fútbol era la salvación, el que solo quiere jugar para comprarle una casa a sus papás y ayudar a sus hermanos. Pero también existe Maradona, el de la mano en aquel partido contra Inglaterra en México 86, el de los excesos con las drogas, el que niega a sus hijos, el de las fiestas. Uno alimenta al otro, uno justifica al otro.

La historia recorre el periodo que comprende desde la llegada de Maradona al Nápoli en 1984 hasta su infame salida a inicios de la década de los noventa. El Nápoli era un club que no supo de la gloria de ganar un campeonato hasta la llegada del argentino. Maradona hizo de un equipo mediocre una fuerza triunfadora. Pero ya desde la primera conferencia de prensa, los reporteros preveían lo inevitable: “¿cómo se involucra la camorra italiana en esta adquisición?”. La pregunta enfurece al dueño del equipo pero el tiempo les daría la razón. La otra gran historia en la vida del extraordinario futbolista es la manipulación que la mafía ejercía sobre deportista. La etapa de mayor consumo de drogas no llegó sola, sino que siempre fue alentada por los mafiosos, fascinados de tener entre sus filas a Maradona.

Kapadia no se muestra condescendiente. Maradona es un ser de claroscuros que lo definen, no existe sin la luz, no es él sin la sombra.

El cineasta no se conforma con hacernos testigos del fenómeno y dar nueva luz (al menos para los no muy enterados, como es mi caso) de los muchos matices que componen al fenómeno Diego Maradona, sino que el cineasta también siembra dudas al espectador: ¿por qué nos fascinan estos personajes?, ¿por qué les exigimos tanto?, ¿es correcto pedirles talento, magia y honorabilidad moral, todo en el mismo paquete?

Si bien es cierto que Kapadia no puede escapar de la fascinación que produce el personaje, tampoco convierte a su documental en una hagiografía que provenga de manos de un fan. Es justo por esto que Diego Maradona resulta en un documental más honesto (y mejor logrado), en contraste con Maradona by Kusturica (2008), donde el realizador yugoslavo no puede ocultar la profunda admiración que tiene por el Diego.

Kapadia en cambio, ve en Maradona una fascinante contradicción andante, que lo mismo genera amor u odio, escándalo y admiración, gloria e infierno.

Diego Maradona se exhibe en la Cineteca Nacional.En algún momento de Diego Maradona, el tercer documental del director inglés Asif Kapadia, la voz en off del entrenador del 10, Fernando Signorini, declara lo que será el eje central de esta película: hay dos personas atrapadas en la figura del legendario futbolista. El primero, Diego, es un ser afable, inseguro, preocupado por su familia. El segundo es Maradona, el personaje inventado por Diego para poder sobrevivir a la jungla del fútbol.

Así, Maradona es arrogante, excesivo, imprudente, mientras que Diego es la cara opuesta. Jekyll y Hyde jugando al fútbol. Al final, Signorini es lapidario: “con Diego iría hasta el fin del mundo, pero con Maradona, no saldría a ningún lado”.

Conservando el depurado estilo de sus anteriores documentales (sin caras parlantes, con muchos documentos inéditos y la voz de Maradona en off contando su propia historia), Diego Maradona es un documental que explora la dualidad indivisible del ídolo. Porque ahí está Diego, el grande en la cancha, aquel que dice dejar la vida en cada partido, que jugaba porque sabía que el fútbol era la salvación, el que sólo quiere jugar para comprarle una casa a sus papás y ayudar a sus hermanos. Pero también existe Maradona, el de la mano en aquel partido contra Inglaterra en México 86, el de los excesos con las drogas, el que niega a sus hijos, el de las fiestas. Uno alimenta al otro, uno justifica al otro.

La historia recorre el periodo que comprende desde la llegada de Maradona al Nápoli en 1984 hasta su infame salida a inicios de la década de los noventa. El Nápoli era un club que no supo de la gloria de ganar un campeonato hasta la llegada del argentino. Maradona hizo de un equipo mediocre una fuerza triunfadora. Pero ya desde la primera conferencia de prensa, los reporteros preveían lo inevitable: “¿cómo se involucra la camorra italiana en esta adquisición?”. La pregunta enfurece al dueño del equipo pero el tiempo les daría la razón. La otra gran historia en la vida del extraordinario futbolista es la manipulación que la mafía ejercía sobre deportista. La etapa de mayor consumo de drogas no llegó sola, sino que siempre fue alentada por los mafiosos, fascinandos de tener entre sus filas a Maradona.

Kapadia no se muestra condescendiente. Maradona es un ser de claroscuros que lo definen, no existe sin la luz, no es él sin la sombra.

El cineasta no se conforma con hacernos testigos del fenómeno y dar nueva luz (al menos para los no muy enterados, como es mi caso) de los muchos matices que componen al fenómeno Diego Maradona, sino que el cineasta también siembra dudas al espectador: ¿por qué nos fascinan estos personajes?, ¿por qué les exigimos tanto?, ¿es correcto pedirles talento, magia y honorabilidad moral, todo en el mismo paquete?

Si bien es cierto que Kapadia no puede escapar de la fascinación que produce el personaje, tampoco convierte a su documental en una hagiografía que provenga de manos de un fan. Es justo por esto que Diego Maradona resulta en un documental más honesto (y mejor logrado), en contraste con Maradona by Kusturica (2008), donde el realizador yugoslavo no puede ocultar la profunda admiración que tiene por el Diego.

Kapadia en cambio, ve en Maradona una fascinante contradicción andante, que lo mismo genera amor u odio, escándalo y admiración, gloria e infierno.

Diego Maradona se exhibe en la Cineteca Nacional.

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