La lengua es la expresión más sutil que produce la cultura en el pensamiento de las personas; su naturaleza es tal que, sin perder su carácter individual, le permite a cada uno entrar en diálogo con otros, a la vez que consigo mismo. La lengua es el hilo que nos permite tejer comunidad y entretejernos a nosotros mismos en un manto protector de identidad y dignidad.

La lengua es el producto final del proceso alquímico que se da entre la experiencia interna conformada por sensibilidad, emociones, sueños, imaginación y la vivencia exterior e incesante del mundo material: la naturaleza, la sociedad y las cosas. Sintetiza en palabras articuladas las claves de la historia de uno o más pueblos vinculados en sus victorias y derrotas. La lengua refleja lo que los pueblos son, fueron y serán.

La lengua es el mecanismo por el que transita todo lo que nos mantiene con vida.

Una lengua materna es aquella que constituye el primer sistema simbólico articulado a través del cual se nutre la identidad y la dignidad de las personas. Es la que se adquiere a través de los primeros contactos con el mundo, las personas más cercanas; con la que se nombra por primera vez todo lo que rodea a los miembros más jóvenes de una familia y un pueblo. Es aquella con la que decimos agua, madre o amor por primera vez.

Todo ser humano posee y tiene derecho a una lengua materna. A conocer y transmitir a sus descendientes en la lengua o lenguas que le aportan más sentido a sus vidas y que le permiten moverse con libertad en el mundo, para expresarse como su corazón le dicte. Toda lengua es, por naturaleza, solidaria con otras; toda lengua es hospitalaria y permite el intercambio de códigos y símbolos; siempre y cuando se reconozcan en equidad.

El proceso de desplazamiento, sustitución e imposición de unas lenguas por otras, especialmente de las lenguas indígenas de México, no es un fenómeno atribuible a estas lenguas que pertenecen a más 6 millones de personas. Ninguna lengua es menos o más capaz de adaptarse y sobrevivir al mundo, no son las “deficiencias” de unas lenguas respecto de otras las que suscitan su desaparición de la vida en un país o nación, sino los procesos asociados a la desigualdad y la discriminación sociales los que ponen a estas lenguas y a sus hablantes en riesgo.

La humanidad ha llegado —quizá tarde, pero más vale tarde que nunca— a comprender que la perspectiva colonial ha generado invisibilidad y desprecio por ciertos grupos, naciones y pueblos; sus culturas, formas de vida y sus lenguas. No sólo ha puesto en riesgo a la mayoría de las casi 7 mil lenguas que hoy sobreviven en la tierra, sino que esa exclusión también pone en riesgo la sustentabilidad económica y social del mundo entero.

Es por eso que la construcción de un Decenio de Acciones para las Lenguas Indígenas en nuestro país constituye un propósito fundamental del Gobierno de México a través de sus instituciones y el concurso de los hablantes de las 68 lenguas nacionales. Porque como ya hemos dicho en repetidas ocasiones, no hay lengua sin pueblos que las hablen.

K’ax wokol la wal: Muchas Gracias en lengua Tseltal de Tenejapa, Chiapas.

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