Estuve casada más de diez años. Durante todo ese tiempo, de manera permanente, fui víctima de violencia doméstica por parte de mi ex marido Juan Carlos Lara Armienta , miembro del Servicio Exterior Mexicano . Parecería extraño que a una mujer como yo: con mi educación y mi fuerza de carácter haya sido víctima de violencia, pero así fue.

Nuestra relación era, por decirlo así, muy explosiva. Sin embargo, en muchas ocasiones él se enojaba conmigo sin un motivo realmente significativo. Es decir, reaccionaba desmesuradamente ante comentarios “inocentes” de mi parte.

La primera agresión tuvo lugar muy al inicio de empezar a vivir juntos. Estábamos en Nueva Orleans y durante una discusión intentó ahorcarme. El intento de ahorcamiento fue la manera más recurrente de violencia. Cuando teníamos pleitos muy fuertes, normalmente, intentaba estrangularme. En varias ocasiones, sentí que iba a perder la vida.

Recuerdo una en particular, en la madrugada, en nuestro departamento de la Ciudad de México: él estaba sobre mí, con sus manos alrededor de mi cuello. Tenía unas manos muy grandes y muy fuertes que apretaban mi garganta con mucho coraje. Cuando estaba a punto de asfixiarme, solo alcancé a darle una cachetada con toda la mano lo más fuerte que me permitió la situación. Se trataba de mi supervivencia.

Sin embargo no sólo fue el estrangulamiento. Alguna vez, estaba tan enojado (después de una cena en la casa de México), que me golpeó en la cara dejándome un ojo morado. Además, de intentar correrme del departamento. Recuerdo que estuve con el ojo morado por más de una semana.

Hubo también otro tipo de violencia también. Tendía a destruir mis cosas. Las tomaba y las aventaba y todo se rompía. Uno de los episodios más tristes que recuerdo fue una Navidad, en Atlanta. Él estaba de viaje, y yo quise sorprenderlo con la casa decorada. Compré un árbol y lo adorné. Supongo que habrá habido una discusión, no lo recuerdo. Pero sí recuerdo que en un característico arranque de furia aventó el árbol al piso, rompiendo todas las esferas y destruyendo todo mi esfuerzo y echando abajo toda mi emoción.

Y claro durante todas estas discusiones, siempre amenazaba con quitarme el dinero. Pues yo dependía económicamente de él por completo.

La última agresión antes de nuestra separación, sucedió en Washington D.C. Yo acababa de ser diagnosticada con trastorno bipolar, y me encontraba en una situación mental muy frágil. En fin, ese día, estábamos platicando en la cama, planeando un viaje a Nueva York. Yo comenté que quería ver a un amigo, eso fue suficiente para que se abalanzara sobre mí e intentara ahorcarme. En ese momento me volví loca. Pero fue la gota que derramó el vaso. Y finalmente, despues de diez años de múltiples episodios, decidí hablarle a la policía. Marqué al 911 y llegaron dos oficiales de la policía de D.C.

Desafortunadamente, como mi ex marido es diplomático , la policía local no pudo hacer nada. En Estados Unidos por algo de ese tipo son seis meses de cárcel, pero por la inmunidad diplomática no pudo proceder. Hubo que llamar al Servicio Secreto –que se encarga de tratar estos temas con los miembros de los cuerpos diplomáticos. Sin embargo, no había mucho que pudieran hacer. De lo único que podían asegurarse era de que se saliera de la casa y dejara las llaves. Como parte del protocolo, mi ex marido tuvo que avisarle al jefe de Cancillería el Embajador Julián Ventura . Y hacerle saber del incidente de violencia doméstica. Terriblemente, a pesar de estar al tanto, la embajada no hizo nada por contactarme y saber sobre mi bienestar. En este caso, el Embajador Ventura , quien estuvo al tanto debió haber dicho algo. Afortunadamente, mi ex marido no regresó o me siguió… Pero me pregunto: ¿qué hubiera pasado si hubiera vuelto con un arma y me mata?

Lo anterior me lleva a la siguiente reflexión ¿por qué la Cancillería no cuenta con un protocolo para víctimas de violencia doméstica de los miembros del SEM? Antes obtuve apoyo de la policía local de DC que de alguien de la embajada o el consulado ¿Qué pasa con todas esas mujeres o hijos víctimas de abuso que se encuentran en lugares tan alejados como Japón? ¿Quién los atiende ahí? ¿Quién los protege? Yo tuve la “suerte” de estar viviendo en Washington DC, pero qué pasa si es un país donde no haya leyes que protejan a las mujeres. Hay varios servicios exteriores que cuentan con un protocolo para víctimas de violencia intrafamiliar, como Estados Unidos, España o Alemania, entre otros.

El gobierno de México gasta cientos de miles de dólares en campañas para evitar la violencia entre los migrantes, ¿cómo no hace nada para cuidar y promover una vida sin violencia entre los miembros del servicio exterior? ¿Por qué no crea una red protección? Deberían ser preguntas que tendríamos que estarlas haciendo en pleno Siglo XXI.

Historiadora

Violencia doméstica dentro del SEM, el maltrato silencioso
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