De acuerdo con el Servicio Geológico Mexicano (SGM), desde 1979 hasta la fecha, se han registrado 69 localidades con presencia de litio en nuestro país. Aunque, hoy en día, solamente hay 11 yacimientos que están en distintos procesos de exploración. De ellos, al menos cuatro (localizados en Jalisco, Puebla y dos en Sonora) han sido seleccionados por el gobierno mexicano para proyectos en conjunto con inversionistas de Alemania, Canadá, Estados Unidos de América, Japón y Reino Unido, mientras que los siete proyectos restantes al parecer ya han sido concesionados al sector privado y se ubican en los estados de San Luis Potosí, Zacatecas, Baja California y Sonora.

De todos estos, el más conocido, y de reciente descubrimiento, es el que se localiza en Bacanuchi, Sonora, con supuestamente 243 millones de toneladas, una cantidad de clase mundial. El proyecto extractivo para este yacimiento es de aproximadamente 100 mil hectáreas, una cantidad que es probable que se incremente con el paso del tiempo y que, ahora, equivale casi al tamaño de toda la Ciudad de México.

Con la reciente visita del presidente de Bolivia, Luis Arce, a nuestro país, vuelven a resonar los llamados a la nacionalización de este mineral, siguiendo el ejemplo de esta región andina. Sin embargo, nuestro gobierno está consciente de su incapacidad para aprovechar eficientemente este recurso, ya que no se posee ni la tecnología, ni la experiencia y mucho menos la cantidad de dinero para invertir en un proyecto de esta categoría.

Además, vale la pena comentar que la cadena de valor completa del litio está muy concentrada, especialmente por China con quien nuestro país tiene prohibido hacer negocios a menos que pida permiso a Estados Unidos como lo marca el T-MEC, lo que podría provocar las mismas tensiones que llevaron al golpe de Estado en Bolivia el año pasado.

La noticia del descubrimiento de yacimientos de litio en México ha despertado gran interés por parte de varios políticos y empresarios por la enorme oportunidad económica que representa, pero el problema de esto no es en sí el proyecto, sino las consecuencias y el manejo. Si bien se cree que la minería del litio no es tan dañina como la de otros minerales metálicos, los pocos estudios disponibles sobre estas actividades señalan los altos costos socioambientales, especialmente en el uso del agua y las emanaciones de los procesos químicos, además de los accidentes que son muy comunes.

Es importante considerar que nuestro país atraviesa por una gran crisis de agua y que incentivar estas actividades intensivas en el uso de este recurso, solamente va a ocasionar un mayor nivel de riesgo para la población, por lo que no hay que dejarse arrastrar por esta apuesta en la que cualquier cosa que se elija: llevamos la de perder.

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